El Holocausto sigue teniendo presencia en el cine

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A pesar de los 71 años transcurridos desde el genocidio a la población judía de Europa, todavía el sétimo arte sigue siendo el medio para atestiguar este inhumano crimen, que no deja de impactar a las distintas generaciones. Aunque claro, es necesario referirnos a él, pues muchos jóvenes son ajenos al horror cometido e, incluso, desconocen que en el mundo actual todavía se dan situaciones muy similares en distintos países de la geografía mundial, siendo Medio Oriente y África dos zonas donde se registran nuevos “holocaustos”.

Justamente, esta nueva edición del Óscar tiene como firme nominada a la Mejor Película en Idioma Extranjero a El Hijo de Saúl, un filme que ha sorprendido a audiencias de todo el mundo. La cinta húngara es descrita por la crítica especializada como aterradoramente realista, de visión incómoda (pues se trabaja con cámara en mano), pero absolutamente indispensable.

Su realizador, László Nemes, consigue “darle la vuelta” a un tema que se ha tocado constantemente en los últimos cuarenta años en el cine y la televisión (antes no se hablaba mucho del tema, se guardaba hasta un silencio cómplice). Hoy retoma vigencia con un formato innovador y poderoso, donde se privilegia las sensaciones del protagonista por encima del relato mismo.

Este 27 de enero se cumplieron más de siete décadas de la liberación del campo de exterminio nazi llamado Auschwitz. Allí se asesinó sistemáticamente a 1,1 millones de inocentes, de los cuales el 90 por ciento eran judíos. Una herida en la historia de la humanidad que hasta ahora se mantiene viva.

El genocidio vivido en Europa, conocido como Holocausto, sigue siendo un tema espinoso para muchos. Son varios los que prefieren olvidar, otros intentan empañar los hechos y hacerlos pasar por mentiras creadas por el sionismo (movimiento político al que se le acusa de recrear propaganda judía) y hay quienes, con la excusa de la pacificación, pretenden silenciar dichos horrores.

Este último recurso es el más peligroso. No debemos “perder la memoria”. Es de tontos seguir adelante sin mirar el pasado. Tener consciencia de los delitos cometidos. Nos sirve para no repetirlos. Bajo esa misma premisa, no se puede hablar de Adolfo Hitler o del nazismo, sin hacer permanente mención del holocausto.

Recuerdo la premiación del Óscar donde se dio la estatuilla a Mejor Película a La Lista de Schindler. Uno de los productores de la cinta se arremangó la camisa y mostró el número tatuado que lo identificaba como prisionero de un campo de concentración. Confesó que prometió a los amigos que vio perecer que iba a contar su historia, no permitiría que fueran olvidados.

Es sencillo decir que es “agua bajo el puente”, pero cuando hablamos de padres, hijos, hermanos, esposos, que fueron exterminados como animales, no resulta justo cerrar los ojos y hacer como que no pasó nada. La muerte es condenable, y si algún antisemita dice lo contrario es que no se reconoce como persona. No hablamos meramente de religiones ni razas, sino de seres humanos que nadie tiene el derecho de matar.

También es importante aclarar que existe consciencia de los otros genocidios que en la actualidad se siguen cometiendo. El continente africano es una muestra de ello. Las dictaduras, varias de ellas en nuestra Latinoamérica, también han derramado sangre a mansalva. Pero la cantidad de homicidios cometidos en unos seis años, y perpetrados por una de las sociedades más cultas del mundo, cuna de la música clásica y de múltiples expresiones artísticas y filosóficas, lo hace un crimen sin precedentes.

Es por ello, que el sétimo arte se ha detenido tantas veces en este lamentable capítulo histórico. Y, también, por ese motivo me permito recomendar un grupo de películas de visión imprescindible, sumadas a El Hijo de Saúl, tanto por ser excelentes producciones como por la necesidad de librarnos de un cómplice proceso de amnesia.

Junto a La Lista de Schindler, tenemos a El Pianista de Roman Polanski (un sobreviviente del holocausto). Otra joya cinematográfica es Campos de Esperanza, basada en la biografía del Premio Nobel de Literatura Imre Kertész. De mucho impacto, sobre todo en las generaciones más jóvenes, es El Niño de la Pijama a Rayas, que si bien es un relato de ficción, muy bien pudo haber sucedido en medio de esa vorágine. No podemos omitir la gran obra de Roberto Benigni, que en trazo fabulado nos coloca frente a los esfuerzos de un padre por hacerle llevadero el infierno a su pequeño hijo en La Vida es Bella.

Ojala, esta fiesta de liberación no nos libre del compromiso de luchar contra los horrores causados por la ignorancia, los prejuicios, la ambición que se terminan traduciendo en maldad. Los recuerdos no son un castigo, es la memoria colectiva de la humanidad para crear un mundo mejor. Estamos lejos de ello, pero si olvidamos nos quedaremos sin punto de partida.

 

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