El Hombre que derrotó a Inglaterra

 

ACASO JOE GAETJENS nunca se consideró un futbolista profesional, acaso nunca se consideró estadounidense, acaso nunca se consideró verdaderamente haitiano no obstante haber nacido en Haití, en 1924, de padre alemán y madre mulata. A lo largo de los años, desde la época del abuelo venido de Prusia, su familia había logrado levantar una pequeña hacienda con la que forjaron una posición económica acomodada. Joe Gaetjens le agarró gusto al fútbol porque le parecía divertido eso de correr en pantalón corto detrás de una pelota junto a otros muchachos durante noventa minutos. Le gustaba y lo hacía bien, por eso se animó a integrar el Étoile Haïtienne, de la modesta liga de fútbol de Haití, equipo en el que jugó hasta 1947, cuando su padre lo envió a Nueva York para que siguiera estudios de Contabilidad en la Universidad de Columbia. Agarró sus Chivas y partió tan pronto como pudo.

En la ciudad de los rascacielos, Joe Gaetjens se ganaba unos dólares lavando platos en el barrio de Brooklyn, en el restaurante de un español dueño de Brookhattan, un club de fútbol afiliado a la USSF, United States Soccer Federation, participante en el torneo de la ASL, la American Soccer Ligue. Una tarde, el patrón del restaurante, que era también un cazatalentos futbolístico, fue al campo de fútbol que Joe frecuentaba en sus días libres, lo vio jugar y le propuso integrar el equipo titular del Brookhattan a cambio de veinticinco dólares por partido; Joe respondió que sí, como respondía que sí a todo lo que le pareciera aventura. Entretanto, Estados Unidos se había clasificado, casi de casualidad, para el Mundial de Brasil. La USSF ensambló mal que bien una selección que fuera capaz de perder sin recibir demasiados goles en contra, y convocó a jugadores de los dos o tres mejores clubes que participaron en la ASL, entre los que figuraban el Brookhattan, con el que Joe Gaetjens había sido el máximo goleador del torneo. Poco antes de partir para Brasil garabateó su firma en el formulario oficial de petición de la ciudadanía estadounidense.

A Estados Unidos le tocó formar parte del grupo B, junto a Inglaterra, España y Chile, grupo difícil, aunque cualquier otro le habría resultado difícil, si se tiene en cuenta los muchos goles recibidos durante la etapa de clasificación mundialista y el hecho de los jugadores apenas si se conocían entre sí. Inglaterra, que por fin se dignaba a participar en un mundial, tenía pretensiones de llevarse la copa Jules Rimet; para los expertos del fútbol internacional, el título de campeón del mundial sería de Inglaterra o sería de Brasil. Y chile llegaba con la voluntad de dejar en buen lugar su balompié. La primera tanda de partidos del grupo B resultó como estabas previsto: Inglaterra venció a Chile 2-0, mientras España derrotó a Estados Unidos 3-1: Joe Gaetjens y sus compañeros actuaron con decoro y no fueron goleados. Los ingleses calcularon que España le ganaría a Chile, por lo que se dijeron que para asegurarse el pase a la etapa siguiente del mundial así contrarían con una buena ventaja de goles a favor.

Como muchos habían vaticinado, España derrotó a chile, 2-0, en el descomunal Maracaná de Río de Janeiro. Ese mismo día, 29 de junio, simultáneamente, Inglaterra enfrentaba a Estados Unidos en el estadio Independencia de Belo Horizonte: las apuestas sobre el triunfo de los ingleses iban quinientos contra uno. Desde el silbato inicial Inglaterra mostró mayor dominio del balón, pero sus ataques no eran del todo efectivos; Estados Unidos Lograba neutralizar las arremetidas rivales, aunque sin lograr ofensivas inquietantes. A los treinta minutos del primer tiempo, William Jeffrey, el entrenador de The Three Lions, se entera por la radio de que España acababa de marcar un segundo gol ante Chile, y empieza desde su banca a rengar a sus jugadores para que venga los goles.

Al minuto treinta y siete, el estadounidense Walter Bahr recupera la pelota en su terreno y avanza hasta el campo contrario; ve adelantado a Bert Williams, el portero inglés, y dispara al arco un tiro elevado al tiempo que dos rivales intentan, ya muy tarde, despojarlo de la pelota. Williams va hacia el balón y salta, seguro de atraparlo en el aire, cuando, de repente, surgido de la nada, aparece como volando Joe Gaetjens, quien de un cabezazo desvía la trayectoria del esférico, lo hace entrar al arco y marca un gol para la historia: el gol de la primera derrota inglesa, 0-1, en su primera participación en un mundial frente a una selección por la que nadie daba un dólar, aunque fuera agujereado.

De ese tan significativo gol de Joe Gaetjens solo existe una fotografía, en blanco y negro: se ve en primer plano las redes del arco; en segundo el balón en el aire, cruzado la línea de gol: en tercero a Bert Williams, volteado para ver impotente el ingreso de la pelota en su arco; luego a Joe Gaetjens, con el cuerpo aún tenso y la cabeza ligeramente hacia atrás luego de su tiro; al fondo el público en las tribunas. Si no hay más fotos de aquel gol es porque          casi todos los reporteros gráficos que cubrían el partido se habían instalado detrás del arco de Estados Unidos para inmortalizar los goles que Inglaterra había previsto marcar aquella tarde. Las fotos que hay de Joe Gaetjens son las que se tomaron justo al final del partido: se le ve riendo, sin duda feliz, paseado a hombres por sus compañeros.

Estados Unidos terminó último en su grupo, aunque su participación estuvo lejos de ser catastrófica, como se había vaticinado: igualó en puntos a Chile e Inglaterra, que fue derrotada por España 0-1. Inglaterra, desmoralizada tras su sorpresiva derrota, cayó ante España y salió del mundial por la puerta falsa.

Joe Gaetjens disfrutó cuanto pudo el momento de celebridad que su gol le procuró: se hizo de nuevos amigos, ganó dinero, se volvió inmensamente popular en Haití. Lo disfrutó con inocencia, y por eso mismo con intensidad, pues sabía que nada dura eternamente. Poco después recibió una propuesta para jugar en Francia por el Racing Club de París, y respondió que sí. Se había aburrido de estudiar Contabilidad, su vida en la agitada Nueva York le parecía de pronto tediosa y repetitiva; olvidó que había solicitado la ciudadanía estadounidense y, sin más ni más, cruzó el Atlántico. En Francia Joe Gaetjens no tuvo buen desempeño y, tras dos temporadas, lesionado, regresó a Haití, olvidó el futbol y se instaló en Puerto Príncipe.

Volvió a su ciudad natal decidido a sentar cabeza, pues el mismo Haití parecía sentar cabeza: tras una endémica y profunda inestabilidad política, el país tenía por vez primera un presidente elegido mediante sufragio universal y parecía gozar de una cierta paz social. Poco después de su regreso, Joe Gaetjens se casó y constituyó una familia que llegó a tener tres hijos. La vida le sonría y é le devolvía la sonrisa, pues era un hombre alegre, amable, se interesaba en los que se le acercaban por un autógrafo, por un favor. Fue también un hombre de negocios respetado y apreciado.

Sin embargo, las estabilidad política de Haití no fue más que un espejismo, y pronto volvieron los viejos demonios del autoritarismo, la injusticia social y el racismo, la represión. En 1957 se convoca a elecciones presidenciales y el candidato triunfador es Francois Duvalier, más tarde conocido como Papa Doc, quien tenía una propuesta populista, pero, una vez en el poder, devino un tirano. Joe Gaetjens nunca se implicó en la política, pero sí uno de sus hermanos, opositor acérrimo del arbitrario Papa Doc. Joe no lo sabía, no podía saberlo, pero la familia Gaetjens figuraba en la lista de enemigos del régimen. Frente a las crecientes manifestaciones de rechazo, Duvalier modifica la Constitución y esto le permite presentarse a la reelección presidencial en la que fue candidato único. Luego trama la muerte o el exilio de sus opositores (entre ellos, el hermano de Joe) y convoca enseguida un plebiscito cuyo resultado le permite ser presidente vitalicio. En 1964 empieza una política de terror; Joe Gaetjens envía al extranjero a su mujer e hijos, pero él se queda en el país. Una madrugada de julio de 1964, los Tontons Macoute, la terrible policía de Duvalier, irrumpe en su domicilio y lo embarca en un automóvil sin placas de matrícula rumbo a alguna mazmorra, donde luego fue torturado y vilmente asesinado.

Joe Gaetjens, amante insaciable de la vida, del azur del mar Caribe, adulto y eterno adolescente, marcó un gol para la historia del fútbol, un gol que para él acaso fue como uno más de los tantos que marcó divirtiéndose con sus amigos del Étoile Haïtienne, cuando la muerte no existía.

 

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