El neoliberalismo a la peruana, criollaza y prepotente

 

Los problemas derivados de la pandemia del coronavirus cada vez son mayores. Algunos tienen que ver con la salud mental de la gente, con tribuna mediática, que se muestran desenfadadamente agresivos, a tal punto que, por coincidencia o no, juegan con naipes marcados con la pretensión de lograr éxito en la tramposa maniobra de obtener un cambio de guardia en la llamada “Casa de Pizarro”. No les es de su agrado el gobierno actual ¿Por qué será? No resulta difícil desentrañar el misterio: quieren que la política económica neoliberal, interpretada a la peruana, criollaza y prepotente, se entronice de una vez por todas. Lo cual no significa que, en otras partes, tal política haya logrado una mejor convivencia humana. Ni a los portavoces del neoliberalismo nativo, ni a los de afuera, les interesa las consecuencias funestas en el usufructuo del bien común, que la economía neoliberal viene ocasionando en todas partes donde se ha impuesto.

La loquería de los lobbistas locales debería ser preocupante, a estas alturas cuando la pandemia continúa sin prisa y sin pausa, pese al combate frontal de un gobierno que lucha con gran esfuerzo, ante la presencia de un mal que nadie conocía ni  esperaba y que causa daños terribles, peor que en el Perú, en los países de mayor fortaleza económica, con vigencia de políticas democráticas más sólidas y con menos diferencias entre quienes tienen más y quienes no obtienen lo suficiente para sobrevivir. Esos, sin vergüenza, sin pudor, hablan de fracaso total a lo actuado. Inclusive les origina erupciones cutáneas la voz del presidente, que cumple con informar a la ciudadanía de lo ocurre día a día, que convoca a los peruanos, sin diferencia alguna, a participar en una gesta de solidaridad para frenar a una enfermedad, que más daño ocasiona entre la gente más necesitada.

Una muestra de lo que ocurre en esos ambientes insaciables de poder económico, se da cuando sus voceros aseveran, sin respaldo serio de la ciencia, que el país está “lejos” de haber llegado a una meseta en la transmisión de contagios. En términos prácticos, eso debe interpretarse como si nada de lo hecho, ha sido útil, que los expertos nacionales convocados entre los mejores del país, son unos ignorantes, que las acciones, temprano o con algo de demora, pero acciones efectivas al fin y al cabo, para contrarrestar el mal en los lugares de mayor contagio, no han sido adecuadas. Pura palabrería, nada constructivo ante una realidad que afecta a cuanto humano existe en este territorio. Pero allí no queda la cosa. Otro, igual de provocador que el anterior, redunda en la concepción del fracaso, todo porque el responsable de la gobernabilidad, al parecer, no le escucha y como solución ante el problema de la distribución de alimentos y bonos, plantea que el gobierno deje de lado sus deberes, que le corresponde mejor “salir de sí mismo y convocar para desarrollar estrategias más efectivas”. A este efecto viene al recuerdo la frase radial: ¿Qué pasó?, ¿Qué pisó?, que en términos deportivos impuso el recordado “Pocho” Rospigliosi, para preguntarle al vocero de marras: ¿No ha escuchado o nadie le ha hecho saber, sobre la convocatoria presidencial? , ¿ Habrá necesidad de enviarle un carruaje, con mozo de silla y mozos de librea, como los que se estilaba en épocas virreinales, para que presente sus bien intencionadas proyecciones?

Está claro, entonces, el juego de los neoliberales criollos. Ellos quieren el poder político, así como poseen el poder económico. Hay que entender que hay diferentes sensibilidades y apreciaciones sobre la presencia del neoliberalismo en el mundo en general. Pero, debe quedar claro que en este Perú tan golpeado por la avaricia dineraria, se padece los efectos de un síndrome fatídico, que hace que se copie siempre lo procedente del exterior y, además, tarde y mal. Aquí existe una pandemia terrible, la gente clama por trabajo y soles en el bolsillo. Esta situación no es una novedad. Como tampoco lo es que el neoliberalismo y sus fuerzas de predicadores, son los más ultrosos, radicales en sus actos y opiniones, más fundamentalistas que los ideólogos de tal creencia. Que ahora quieren aprovechar la dolorosa situación en la que vivimos y controlar la gobernabilidad para imponer una suerte de totalitarismo, donde se haga lo que ellos dictan, como dicen “reconstruir la economía”, es decir como estaba antes y peor aún, sin respeto por la dignidad de la persona humana. ¿Estoy equivocado? No creo. ¿Acaso, no es verdad, que la ausencia de un adecuado sistema nacional de salud, o de un mejor sistema nacional de educación, o de condiciones de trabajo dignos, no son la consecuencia de la pandemia, sino más bien de la perversa política de regímenes corruptos, manipulados y coimeados por neoliberales con mucho dinero?

Esa es la verdad y la razón de estos ataques de un gobierno, que no es perfecto, que tiene aciertos y errores, pero que, en el terreno de los hechos, está demostrando talento, energía y ganas insuperables de hacer las cosas bien. El Perú de hoy demanda de nuestra presencia, de nuestro aporte. Hay que ser tolerantes, propositivos y proactivos. Esto no quiere decir que debemos dejar de lado la crítica, ni abandonar el derecho a la libertad de palabra. De ninguna manera. Corresponde a la inteligencia innata de cada quien encontrar la mejor forma de cooperar para salir de los embates de la pandemia. Al fin y al cabo, los grandes y pequeños problemas son solucionables, cuando se unen fuerzas y voluntades. Además, ya faltan escasos once meses, para otorgar nuestra voluntad política a los futuros gobernantes. Ojalá, que, para entonces, pensemos con la cabeza y no con los pies.

 

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