Herencia política de Alan García Pérez

 

El deceso del ciudadano Alan García Pérez ha conmovido a la nación. Más allá de las diferencias que tuvo con determinados sectores de la sociedad, no se puede dejar de reconocer que el ex mandatario, quien recibió el voto mayoritario del pueblo hasta en dos oportunidades, para dirigir los destinos del país, fue un personaje sobresaliente. Por eso, hay quienes han expresado, inclusive hasta con dolor, su infausta desaparición.  Nos unimos al pesar de sus familiares y de aquellos que compartieron sus ideas políticas.

Alan, como le llamaba el pueblo,  gozó de prestigio y, contrariamente, también de la adversidad opositora. Esto último hizo que se convirtiera en una personalidad controvertida. Sin embargo, el carisma personal, su verbo encendido, su capacidad para afrontar los más serios dilemas, le acompañaron hasta casi el final. Lamentablemente, tuvo su minuto de debilidad y adoptó una decisión fatal. El destino le había trazado un itinerario muy complejo. Tuvo días de apogeo triunfal. Tuvo días de aflicción. Todo en medio de esa oscura maraña que existe en el andar de la política, donde el contrario trata de destruir al rival a como dé lugar y con las armas, con frecuencia, nada nobles.

Tuve oportunidad de conocerlo de cerca, cuando por primera vez postuló a la presidencia de la república. Simbolizaba, entonces, la esperanza de millones de peruanos y él mostraba un tejido de sentimientos, tradiciones, lenguaje, aspiraciones y valores. Su juventud de entonces, impactó en el corazón de la ciudadanía y de esperanzas en la sociedad política.

Recuerdo que durante un dialogo personal y periodístico, mencionó que la nación estaba creciendo, sobre todo en cuanto a problemas políticos, sociales y económicos. Y que, por tanto, era menester enfrentar esa realidad con la participación moral y la vocación de servicio que las instituciones que integran la sociedad, deberían de aportar para su progreso.

Alan, que así se le conocía desde todas las tiendas políticas y, sobre todo, en la identidad popular, era un excelente lector. Tenía en la memoria frases célebres. Una de ellas que me conmovió, lo confieso, fue cuando recordó a José Ortega y Gasset, aquel español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital-raciovitalismo- e histórica, situado en el movimiento del novecentismo, quien predicaba que “por efectivas convicciones sobre lo que es el mundo y son los prójimos, sobre la jerarquía de los valores que tienen las cosas y las acciones: ¿cuáles son más estimables, cuáles son menos?”. Alan agregaba: la meta fundamental es lograr que cada persona participe de la redistribución de los bienes materiales y espirituales, que viva como verdadero ser humano y contribuya al bien común del todo. Alan García Pérez, se fue por propia voluntad. Ha dejado herencia política y tareas por cumplir como la citada en el último párrafo.

 

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