Jubilación

 

Envejecimiento es sinónimo de senescencia. Son los cambios que suceden en la 3ª y 4ª edad.  Es el declive biológico, que presentan todos los animales.

El animal no sabe que envejece y que va a morir. El hombre sí, y es capaz de influir en su envejecimiento, acelerándolo o retardándolo, y sobre todo, dándole un sentido, en un avance hacia la madurez y la plenitud,

Vivir supone modificaciones en las células, por errores en la expresión de sus genes, con disminución progresiva de su vitalidad, desembocando en la muerte.

Concomitante con el envejecimiento celular va el envejecimiento orgánico, que no es lineal, envejeciendo cada sistema orgánico con su ritmo propio, e influenciándose, interactuando los órganos y sistemas. (El sistema óseo es el primero en envejecer).

El envejecimiento del sistema nervioso (es el sistema que envejece más tarde) se manifiesta sobre todo en las alteraciones de la memoria (afectación del hipocampo), de las funciones intelectivas (las cortezas asociativas), de la capacidad de previsión (se afecta la corteza prefrontal, muy desarrollada en la especie humana), del sueño (el anciano generalmente duerme poco). Signos microscópicos patognomónicos de la senescencia son los ovillos neurofibrilares y las placas amiloides, que invaden el cerebro (de forma similar al Alzheimer); sin embargo, hay casos en que, aun habiendo tales alteraciones, no hay deterioro intelectual. Al mismo tiempo envejecen los órganos de los sentidos, lo que a tales síntomas y signos se añade una insuficiente captación de la realidad externa e interna.

La palabra jubilación tiene que ver con “júbilo”, alegría, celebración. Una vida de trabajo termina con el júbilo del retiro, del cese de la actividad laboral obligatoria, reglada.

Se trata de un proceso gradual, en que el sujeto va “descendiendo”, como por una rampa suave hacia la ancianidad. Proceso tan suave, que el individuo, mientras no se sienta viejo, puede y debe seguir dándose, ofreciéndose, con su experiencia y conocimientos. Como dice el Evangelio, es ir “creciendo en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres”, que era la forma del progresar humano del Niño Jesús.

Con ese “descenso” va el disfrute de la pensión, aunque generalmente con una disminución de la capacidad adquisitiva.

Pero, ¿no se trata más bien de un “ascenso” hacia la VIDA definitiva?

El jubilado actual no es como el de hace años. No tiene por qué ser un viejo achacoso, “cascarrabias”, huraño, molesto, perezoso, inútil. Así como el ambiente influye en la persona mayor, se puede decir que en gran medida la sociedad, la cultura, están impregnadas por la visión y actitudes de los mayores. Es un fenómeno de ida y vuelta.

En la Grecia clásica se hacía mofa de los mayores; contaba más la juventud. En Roma era altamente considerado el anciano (el Senado era una institución muy influyente). En la Edad Media y el Renacimiento, el anciano era muy respetado y valorado. Hoy día, bastantes mayores tienen cargos de responsabilidad pública. Y la Historia nos habla de ancianos que cambiaron el mundo (Platón, Ghandi, Santa Teresa de Calcuta, Goethe, San Juan Pablo II, el Papa Francisco, etc., etc.). ¿Podría hablarse de Gerontocracia?

Actualmente, debido a las medidas higiénicas y espectaculares avances médicos, unido a un descenso en la natalidad, el número de ancianos es considerable. Se calcula que en 2025 la edad media de la población será de 85 años.

En el fondo, muchos rechazan la vejez; quizá por eso, hay mayores que, artificiosamente, se visten y se comportan como jóvenes. En algunos casos parece una autodefensa; o un no admitir el desgaste de la edad. Pero no se trata de disimular, sino de aceptar la realidad tal como es: no es vergonzoso ser viejo.

Por eso, una actitud importante en el anciano es la de aceptarse como es: la vejez es la natural consecuencia de vivir. Decía San Juan Pablo II, en su Carta a los Ancianos: “A pesar de las limitaciones que me han sobrevenido con la edad, conservo el gusto de la vida.” ……  “Cuando venga el momento del ‘paso’ definitivo, concédenos afrontarlo con ánimo sereno, sin pesadumbre por lo que dejemos”.

Y la mayoría de los ancianos son abuelos. El abuelo no está obligado a educar a sus nietos, pero en algunas circunstancias ha de tomarse esa obligación. Y el abuelo, como normalmente es admirado por los nietos, ha de procurar ser en todo coherente. Es el amor lo que hace al abuelo ideal: darse, entregarse, quejarse menos, pensar siempre  en los otros.

Y especialmente, son atacados por los coronavirus del COVID19, pandemia que está minando a la sociedad, tanto  médicamente como en cuanto a la sociabilidad. La “distancia social” aleja a la gente. Esperemos que, cuando las cosas mejoren, no sea ésta un hábito arraigado.

Bibliografía recomendada:

El envejecimiento cerebral. Dignidad de la persona anciana. J. L. Velayos. Digital Reasons. 2015.

https://www.ideasclaras.org/

 

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