La clave secreta de Nostradamus

 

UNO PARTIENDO DEL “BALCÓN AZUL”

Quienes hoy transitan por la alegre “Alameda Chabuca Granda”, entre sones de alegre cumbia, caricatos de marinera y desaprensivos tragafuegos que la Municipalidad autoriza, casi no advierten -allí, a la vera del “Río Hablador”- que profanan con sus olvidos o –quizás- su desconocimiento, que pisotean siglos de historia y misterio que guardará para siempre la añeja calle “Polvos Azules”, así llamada por los numerosos expendios de volátiles tintes de “cordobán”, destinados a dar tono a las botas de coloniales duelistas, que calzaban en azul, para conjurar el duelo que podía amenazar sus confrontaciones a espada o trabuco en  el “fementido campo del honor” de aquellos tiempos.

Menos imaginarían que algunos de los centenarios balcones -uno en especial, aún  teñido de añil-, alberga las sombras de dos personajes, destinados a descifrar la gran clave secreta del profeta más renombrado  de los “últimos tiempos”, aquél que desde el Siglo XVI, lanzó al mundo sus clarividentes “Centurias” que no sólo estremecieron el universo real político previo al Renacimiento, sino que anunciaron –entre otros sorprendentes acontecimientos- las dos Guerras Mundiales, el auge y ocaso de Napoléon, el advenimiento de Hítler, de quien se animó a decir: “cuyo verdadero fin no se sabrá nunca”, la bomba atómica, el esplendor y final del comunismo en Rusia, el asesinato de John F. Kennedy, la criminal catástrofe terrorista de “Las Torres Gemelas”. Y, en fin, muchos eventos trascendentales que nadie, o muy pocos científicos visionarios, como Sir Isaac Newton, Galileo, Copérnico y más recientemente el literato Julio Verne, pudieron imaginar, con la enrevesada certeza del “Sabio de Salon”.

Sus más lúcidos intérpretes, están de acuerdo en que no todas las profecías de Nostradamus, se cumplieron con exactitud, pero igualmente aceptan que su enigmático estilo, corresponde a los justificados temores que inspiraba la fanática Inquisición, obligándolo a cobijarse a la sombra de la realeza de Francia y concretamente al amparo supersticioso de Catalina de Médicis.

Para entender el escenario en que se movía este iluminado que entrevió el acontecer futuro, con seis siglos de anticipación, debe recordarse que dada la condición de “conversos” de sus ancestros judíos, Michel de Nostradamus, solía amparar su identidad, balo los pomposos términos de “Doctor Me. Michel de Nostradamus, Médico de Su Ateza Real y Consejero Supremo”.

Lo cual, habla también de sus días de estrechez económica, durante los cuales, se vio obligado a elaborar “Horóscopos populares”, que vendía por las calles, a fin de lograr una ajustada supervivencia.

Pero volviendo al “Balcón Azul”, a la vera del Rímac, hemos de precisar, que en esta avizorante atalaya, dos misteriosos personajes, -que serán la verdadera clave para entender el mensaje de Nostradamus-, solían atisbar, premunidos de un añoso catalejo de estirpe pirata, los contornos y estribaciones de los vecinos cerros San Cristóbal y San Bartolomé, en busca del derrotero del jamás habido “Tesoro de Catalina Huanca”, que alucinó a limeños del 1,930, al punto de formar una Sociedad Anónima, a “Dos libras peruanas la acción”, a fin de encontrar dicho legendario “Ofir” del cual manaban los raudales de oro y plata que  la legendaria cacica del “Hatun Xauxa”, solía invertir con displicencia en el beneficio de “indios enfermos y desvalidos”.

El dueño de casa, a la cual adosábase -y aún se adosa en precario equilibrio- el citado “Balcón Azul”, era el ocultista Pedro Astete y su cuasi diario visitante, el asombroso sabio, erudito de múltiples disciplinas y descubrimientos arqueológicos de secuencia mágica, como la misteriosa altiplanicie de “Markahuasi”, Daniel Ruzo.

Leyendas paralelas, cuentan que al asumir la Presidencia de la República, el entonces Coronel, Luis Miguel Sánchez Cerro, no sólo fue el gestor de la empresa buscadora del ilusorio tesoro, sino que, disfrazado de obrero (vistiendo overoll y tocado a sombrerillo de papel periódico), requirió en amables términos a “Don Pedro”, que le informase, lo más aproximado que hubiese descubierto, acerca del rumbo, hacia el fabuloso repositorio de Doña Catalina.

Al parecer, nunca fueron muy precisos los indicios así obtenidos y el impulsivo Presidente, empezó a soñar de manera recurrente, con una niñita que alegando hablar “a nombre de Santa Rosa de Lima”, prevenía al probadamente audaz, (“Mocho” y Macho), Sánchez Cerro, acerca de “una terrible desagracia” que se abatiría sobre él, en caso de persistir en la búsqueda del ansiado tesoro.

Añade la conseja, que Don Luis Miguel, no era hombre dado a temores ni cuchufletas y desoyó el presagioso sueño. No obstante, sea por lo que fuere, a las pocas semanas de una segunda visita de la niña-fantasma, el Presidente murió asesinado, -al parecer- por un errático mozo de cantina y chocolatero que según los historiadores, “solía, o pretendía, hablar con los espíritus”.

El también militar Oscar Raymundo Benavides, que asumió la Presidencia en sucesión de Sánchez Cerro, habría dicho: “Yo no quiero morir asesinado”, – y suspendió la búsqueda del supuesto tesoro, disolviendo de paso, la Sociedad que pretendía encontrarlo, en alguno de los dos cerros “guardianes” de Lima.

Pero ahí no habrían de terminar las aventuras de los dos ocultistas del hoy agónico balcón. Don Pedro,  experimentaría un sueño clarividente, que lo convenció de seguir las huellas de una mítica civilización denominada “Masma”, en tanto, el tesoro anhelado, seguía sin aparecer.

Este hombre enamorado del misterio, llegó a encontrar los rastros, de la etnia soñada, en un pequeño pueblito cercano a Jauja-Perú, además de otros misterios que dejó documentados exhaustivamente, hasta su muerte en 1,940. Sus escritos, testimonios y fotografías relacionados con su búsqueda -y hallazgos- fueron entregados a la Universidad Católica, por su viuda, Doña Carola, quien cumplió así, una postrera voluntad de su ilustre esposo.

En lo que respecta al venerable estudioso Daniel Ruzo, vivió hasta los 92 años, sin cesar jamás sus estudios y exploraciones, que abarcaron el mundo entero y las más prestigiosas y documentadas bibliotecas de Francia, España y El Vaticano, además de  museos importantísimos de Egipto y Gran Bretaña.

En el Perú, logró descifrar los misterios de la meseta de “Marcahuasi”, donde puso en evidencia “esculturas proto-históricas”, que  se empecinó siempre en fechar “40 mil años atrás”.

En México, donde finalmente ancló su asombrosa vida, hizo descubrimientos de similar valor, vinculados a Tenoxticlan.

La financiación de sus viajes y el costoso equipo fotográfico y de otros tipos, que siempre tuvo a disposición, así como la edición de sus numerosos libros -siempre apoyados prestigiosas editoriales de nivel mundial- fueron como no podría ser de otro modo, objetos de leyenda y murmuración muy propia de los hábitos limeños.

Se decía, casi siempre a media voz, que Daniel Ruzo, era -entre otras cosas- un serio practicante del espiritismo clásico, doctrina que le permitía comunicarse  con seres de “otras dimensiones”, que lo orientaban en el rumbo y ubicación de importantes yacimientos mineros, que el citado estudioso entregaba a cambio de cuantiosas sumas de dinero, a poderosos empresarios. Jamás se tuvo certeza oficial de tan fantasiosas informaciones, pero tampoco nadie supo explicar jamás,   como, Daniel Ruzo, que no dispuso nunca -que se sepa- de fortuna personal, pudo viajar por el mundo entero y logró, además, hacerse con valiosos libros y documentos originales, que lo llevaron a encontrar y descifrar, la verdadera clave de la producción “nostradámica”.

En el caso del autor de la presente crónica, tuvo, en su condición de periodista e investigador ocultista, dos oportunidades de entrevistar al Maestro Ruzo y acceder a documentos que Don Bernardo Brenner, sabio y políglota, -su abuelo materno- le legara antes de partir hacia “El Faro del Fin Del Mundo”… en cuya senda, se perdió su rastro para siempre.

El libro que nace ahora, se inicia, con declaraciones textuales de Pedro Astete- y párrafos de su libro “Los Enigmas”, así como expresiones directas de Daniel Ruzo y extractos de algunos de sus libros. En Especial: “El Auténtico Testamento de Nostradamus”, cuya referencia se ha logrado traducir del alemán gótico, expresado en viejos documentos heredados por César Augusto Dávila.

Evocando secretos daremos inicio a esta nueva excursión al misterio. Buena suerte para todos.

 

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