La mano “virgen”

 

Ahora que la certeza de la corrupción, flota sobre el barro de las “imprevisiones”, acude a mi mente, el recuerdo de cierto paseo en yate, que disfrutamos un grupo de periodistas-allá por los 60¨- gracias a la cordial invitación de una agencia publicitaria.

Una vez “hechos a la mar”, el extrañadísimo gordo David Odría, anunció bajo “el palo mayor”, un sorteo de “cosillas”, como licuadoras y cámaras fotográficas “de cajón nomás”, para los sapos.

Frente a un ánfora “chocolatera” de las que se usaban para “cantar la quina”, el buen gordis, solicitó a voz en cuello: “!A ver!…¡Una mano virgen!”…- a lo cual, inmediato Arturo “Apa” Morales, respondió también en alta voz: “¡No hay!”… Con la consecuente auto confesión del carcajeo.

Y entonces quedó sobre el tapete, la bíblica historia de los diez “zanahorias”, que pidió a Noé,-para suspender el Diluvio- el buen Jehová, que a la hora de ajustar cuentas, era más “verde” que el tío Elidio que ahora ronca en lares trujillanos. Y así conminado el cocho Noé, que además de haber inventado el vino, bailaba tolaca de vez en cuando según sacros relatos, salió a peregrinar, buscando a esa década de feligreses más castos y santurrones que mi bróder Rafael Rey. Y…Nelson Pinedo, mi estimado. No encontró ni unito…ni con cabito de vela, por lo cual el buen Señor, desató un chubasco de la Gran Seven, abriendo los celestiales caños, desagüe s included, para que no te la pierdas, compadre.

Pero cotejando estos hechos, saltando a la garrocha todos los tiempos y testimonios, hemos de concluir, pues que “Mano Virgen”, sencillamente “no hay”, conforme proclamara en su momento, mi llorado hermano “Apanao”, hombre-espectáculo de “El Mercioco”, que debe estar vacilándose a la franca con los “mataores” del más allá.

En lo que respecta al yate y el sorteo, recuerdo que no me gané nada. Y como encargaron “la chocolateada” de la urna a una sensacional chibola en bikini, ya al final del cuento, me ofrecí a llevarla a casita, en mi “veloz corcel” súper sport de aquellos dichosos días.

Naturalmente los envidiosos –que nunca faltan- murmuraron que “era un levante del pendenciero de Perro Mundo”. –Y nel, carreta. Sólo se trató de un cortés viajecito, mientras le explicaba a tan deslumbrante nena, la importancia histórico-cuchuflética, de una inexistente “Mano Virgen”.

-Tiempo después, ella se casó y hasta me invitó a la boda…¡para que sufran los ayayeros!.

 

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