Las extrañas flores

 

En razón de mi difícil infancia, que incluyó un par de años, bajo cariñosa protección de un clan gitano -al que jamás he olvidado y no he perdido ocasión de mostrar mi gratitud- yo he sido largamente, un tipo dado a la compasión, la generosidad y otras tangas a las que consideré virtudes, antes de jubilarlas junto con la paciencia y la humildad, en el rincón de las inútiles monsergas que nos embute la vida. ¡Basta de hipocresías!

No por eso, soy xenófobo, homófobo o cojudófobo, como tanta gente que no ha corrido la cancha y hoy es lo que es, porque siempre tuvo pan, techo y quién les pagara el colegio. Que con su pan se lo coman. Porque si hay algo que no soy, definitivamente, es envidioso, condición que dejo a los acomplejados y otras yerbas que tanto abundan en este (Perro Mundo).

En un tiempo, yo llegué a escribir diariamente -al margen de mis obligaciones en “Última Hora”-, una humanitaria columna titulada:”Hoy Por Ti Mañana Por Mí” y ya en mis años de “Expreso” (¡Horror!…¡Comunistas!…¡Aaajjj!), compartí mi modesto sobre, con algunas señoras cargadas de hijos, o colegas ancianos que vivían la tristeza del desempleo. Por eso, no resultó extraño que resultara siendo “compañero de viaje”, de un proyecto militar que predicaba la justicia social y otras tangas, hasta el día en que la mayoría del “Partido Más Viejo del Perú” (Basadre dixit), se olvidó de la propuesta, sus integrantes, se pelearon a la mala, desarmaron el cuento y egresaron a sus cuarteles. ¡Ellos!… Los civiles que nos comimos la parte dura del banquete, quedamos en la brava lleca, el triste exilio o la sorda, enmascarada, maricona, persecución que hasta ahorita soportamos, los que aún no hemos muerto, pero casi.

Bueno, pero mientras duró la pachanga, estuvo muy de moda, algo que se llamó: “solidaridad latinoamericana”, o algo así.

En virtud de esta jarana, amparamos en el “Expreso” de aquellos tiempos, a perseguidos -esos si- de Chile, Argentina, Brasil, Uruguay y Centroamérica.

En Chile, acababa de morir -prácticamente asesinado- Salvador Allende y en los demás predios mencionados, gobernaban militares medio fascistas, que no vacilaban en encarcelar o…apretar el gatillo, a quienes les resultaran incómodos, por decir lo menos.

A estos “colegas”, les dimos chamba, – cobijo domiciliario a muchos de ellos- y curiosamente, a mí, en mi condición de Jefe de Redacción del Dominical “Estampa”, me correspondió el “honor”, de firmar los “vales de movilidad”, que facilitaban las tres comidas diarias de estos desventurados, a los que habíamos acogido, como “hermanos en desgracia”.

-Andado el tiempo, la “Democracia”, inició su retorno en el Perú, y nuestros “protegidos”, emigraron velozmente a otras latitudes. Muchos de ellos, a Panamá, tropical country, en el cual, yo resulté anclando cuando me tocó auto exiliarme, sin alegar mucho y sin un dólar en el “drilo”.

Curiosamente, mis antiguos “cobijados”, se habían acomodado muy bien en tierras istmeñas. Unos trabajaban en periódicos, un delicadín gaucho, le hacía peinados a la esposa de un poderoso personaje militar, y otro -la tapa, ya- era corresponsal de la soviética agencia “Tass”, ganando un rico sueldo de mil dólares mensuales, en tanto, su esposa, enseñaba danzas en dos o tres escuelas.

Al encontrarme, me saludaron muy cortésmente, claro, pero del saludo, no pasaron, en principio.

Después, no querían ni verme, a mí, que firmaba los vales de su diario yantar, en nuestro amable Perú de otros tiempos. Y ya, en el colmo de la ingratitud, el panameño, a quien habilitamos alcoba bajo el mostrador del Departamento de Publicidad, llegó a sostener en un garabato presuntamente cómico, lo siguiente:” unos extranjeros miserables -en especial un peruano, es decir, yo- han venido a mendigar y pretenden arrebatarnos los puestos de trabajo”.- Para su mala suerte, lo que le arrebaté fue el modo de andar cierta tarde, cuando me lo encontré por ahí.

En suma, yo, que he sido recursero desde chiquito, me agencié la vida, leyendo la buenaventura en un garaje y cantando boleros romanticosos en diversos restaurantes, a cambio de veinte verdes y ”los tres palos”, que es como se llama al merco por esas cálidas tierras.

Rescato eso si, la generosa amistad de Harmodio Young Chang, mi hermano panameño de todas las horas, el mismo que me ayudó a crear y poner en circulación la revista “Casino Internacional”, gracias a la cual, me gané algunos almuerzos, en tanto, sus páginas sirvieron para que hiciera sus primeras armas en el esoterismo, mi hoy famosa hija “Agatha Lys”, que nació con el don de la clarividencia.

Y un día, pues, retorné a la patria, con mi valija amarrada con pita y el supremo aprendizaje que me dejó cierta frase leída a bordo de un avión, la misma que dice así: “ las flores de la lealtad y la gratitud, son, en extremo escasas en el jardín de los humanos”.

-Y “fin de la historia”-dirán algunos desavisados, pero no. Parece que mi sino, es seguir luchando por ganarme la vida, en tanto hay gente que me supone “viejo”, me aplica los más indeseables atributos políticos y otros dengues tan característicos, de esta nuestra tierra de las menudas odiosidades y los inacabables rencores fifí, propios de tíos que sufren el complejo de frustradas madre solteras, con alma de princesas fule.

Así será pues. Pero les anuncio que más temprano que tarde, les daré un tremendo sorpresón periodístico, que le va a ocasionar “chucaque” a mucha gente.

Porque no es que los duros golpes de la historia, me hayan convertido en malvado, pero eso sí, he comprobado que incluso algunos de mis ex – discípulos y protegidos locales, saben superar en condición de ingratos y desleales a los más “calificados” extranjeros. Y eso,-es un decir- me ha bloqueado los mecanismos del “buen corazón”, que hasta hace un tiempo, me causaran tan graves desengaños.- “Cada quién cuesta la fiesta, como le va en ella”- Y a quienes creen seguir teniendo “Corazón de oro”, les recomiendo que traten de empeñar tan valiosa prenda….Que lo intenten… y ahí mismito, comprenderán, porqué , soy como soy…”Y no, como tú quieras”-, conforme cantaba el bolerazo de nosequién. Es decir, ahora, me declaro: “Cristiano, peruano, davilista, pensamiento César Augusto”. Sóplense a los venecos y… ¡Buen provecho!

 

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