Mascotas en el cielo

 

No cabe duda de que la sociedad humana está progresando, a pesar de todo.

Por lo menos, en cuanto a no tomarnos tan en serio lo de sapiens y aceptar que las demás especies animales también tienen derechos.

Una decisión judicial en San Francisco-California dictaminó que las fotos de sí mismo o selfies, tomadas por Naruto, un macaco de Indonesia, le generan derecho de autor al primate y no a quien dejó la cámara fotográfica a su alcance.

El macaco indonesio recibirá –a través de una fundación– el dinero generado por su fotografía, que ha sido carátula en varias publicaciones y circula por el mundo desde el año pasado. Esto es cosa juzgada.

Con el fallo, la corte californiana ha sentado precedente en el tema del trato ético hacia los animales, mejor dicho, trato ético hacia las demás especies animales.

Y en feliz coincidencia, el mismo día en que se dio la sentencia en favor de Naruto, el Papa Francisco declaró abierto el cielo para las mascotas y para las demás especies del reino animal.

Como un ejemplo de las reacciones al respecto, comparto algunos pasajes de la columna de Nicholas Kristof en The New York Times del jueves 24: “Todos sabíamos que el Papa Francisco se preocupa por los marginados pero no creíamos que su compasión pasara las barreras de la especie”.

Él (Papa Francisco) sugiere que los animales irán al cielo” (…) habló de una experiencia compartida en la cual “cada criatura, transfigurada, tomará su lugar respectivo”.

El espacio donde, según Francisco, cada criatura tomará su lugar respectivo, está más allá de nuestra dimensión terrenal, en el reino de la vida incorpórea, el llamado “más allá”.

En otro pasaje de la citada columna, Nicholas Kristof elogió sin reservas la renovación que ha promovido Francisco en la Iglesia católica y llega hasta a calificar como una ironía encantadora el que, además de otros cristianos no católicos, el Papa actual sea admirado por muchísimos ateos.

Gran impacto causaron las palabras del Papa Francisco en los Estados Unidos y particularmente aquellas acerca del carácter multiespecie de la vida en el más allá. Esto, para quienes creemos que hay alguna forma de vida después de la muerte.

¿Por qué no aceptar esta posibilidad? Sobre todo para las mascotas, aquellas que sufren y gozan con nosotros, nos soportan, ayudan y acompañan; esperan nuestro retorno a casa, son los mejores cómplices en las buenas y en las malas.

O para los delfines, tan prohumanos que conmueven y que nos regalan una amistad inmerecida. ¿No tienen los mismos derechos que nosotros, que de paso, no siempre somos tan leales, solo por no fabricar tecnología?

Mucha gente ha reaccionado esperanzada, y esta servidora se encuentra entre el grupo de quienes se aferran a la posibilidad de volver a ver a sus queridos ángeles caninos.

Emil y Romeo, más que seguro, están correteando alegres por los prados del mundo sin tiempo en espera del día del reencuentro. Así sea.

 

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