No debe haber fatiga ni descanso en la lucha contra la corrupción

 

Para el Perú de estos tiempos hay tres cosas en la vida política del país que afectan la buena gobernabilidad: combatir la corrupción, mejorar la calidad de la educación y mejorar la calidad de la salud pública. Así lo hace saber un reciente escrutinio que, pensamos, no se aleja de la verdad, aunque muy cerca también existen otros dos males que causan más de un dolor de cabeza: mejorar la seguridad ciudadana y reducir la pobreza extrema.

No se equivoca el grupo ciudadano que ha tenido oportunidad de expresar su opinión. Bastaría con tener presente que, a estas alturas, viven días preocupantes al menos cuatro de los últimos mandatarios de la Nación. Sobornos, lavado de dinero malhabido, sobrevaluaciones en la concesión de obras públicas, parecen ser los orígenes de enriquecimientos que, de otra manera, hubiera sido imposible para quienes alguna vez contaron con el voto de confianza, de un pueblo repetidas veces engañado desde el nacimiento de la República. Han transcurrido casi 200 años. La corrupción arrastra a gobernadores regionales, alcaldes de gobiernos locales, altos dirigentes de agrupaciones políticas y hasta empresarios de cuello duro que, siempre, tuvieron acceso a los salones del poder político, cualquiera fuera el color de la camiseta del mandatario de turno o de las alianzas y coaliciones en el Poder Legislativo. Pasado y presente oscuro del que no se podría salvar el manchado Poder Judicial.

En lo que se refiere a la calidad de la educación, para nadie es un misterio que la enseñanza, sobre todo en los centros educativos del Estado, califica de pésima. El problema que se agudiza desde las últimas décadas del siglo pasado, con la extrema politización partidaria del magisterio, la deficiente formación profesional de los docentes y salarios muy por debajo de las necesidades vitales de los trabajadores de la educación, a estas alturas no tiene visos de recuperar el tiempo perdido. Más aún, cuando la pedagogía y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, no encuentran en nuestro medio, el punto de unión que se necesita con urgencia. A propósito de nuevas tecnologías resulta extraño encontrar que los estudiantes, aquellos que forman parte de lo que se ha dado en llamar “la generación pulgar”, posean mejores conocimientos y habilidades que sus profesores, en el uso de las mismas. La ausencia de capacitación de los docentes es visible.

Hablar de una mejora de la calidad de la salud pública, es para llorar. ¿Qué hicieron los gobiernos anteriores sobre el particular? Prácticamente nada. Son millones de habitantes, sobre todo en las regiones andinas y amazónicas, que mueren por falta de asistencia médica y ausencia de medicinas apropiadas. La crítica de la opinión pública al respecto, pasa por convertirse en demanda nacional de una población desesperada. Los antecedentes de este mal tienen larga data. Por ejemplo, ¿Habrá quedado en el olvido cómo el expresidente Belaunde Terry utilizaba los recursos del entonces Seguro Social para financiar obras públicas, para no devolverlos jamás? ¿Alguien ha sido sancionado penalmente por el mal uso de esos fondos en la adquisición de costosos equipos médicos y hasta de edificaciones fantasmas? No hay quién diga nada sobre esto y otros muchos hechos que son causa y efecto de la mala calidad de la salud pública. La población se queja y con justa razón.

No hay porqué darle las espaldas a la opinión pública, la del ciudadano de a pie. Quienes desde medios importantes ponen peros a la lucha contra la corrupción en estos vitales momentos, deberían de reflexionar al respecto. Es verdad, el Perú tiene grandes males, hay muchas necesidades. Pero esa es la resultante, entre otras razones, de una corrupción generalizada. Gran parte de la escasez de dinero, se debe a ese terrible cáncer. La Nación podría crecer, avanzar, desarrollarse y prosperar. Esto siempre que haya participación moral y activa en el combate contra la corrupción, al mismo tiempo que se fomente la vocación de servicio de las instituciones que integran la sociedad peruana y que pueden aportar para su progreso. Estamos de acuerdo en que la colectividad nacional tendrá mayor salud espiritual y material, en la medida en que las agrupaciones políticas sean sensatas, los militares, los religiosos, los empresarios, los sindicatos, los universitarios, se tornen conscientes de que a pesar de tener cada uno su unidad e individualidad, sus propios intereses y fines, poseen, sin embargo, un denominador común que los identifica, esto es, una misma vocación histórica que los hace inseparables de esa comunidad, cuya meta fundamental es lograr que cada miembro, por la redistribución de los bienes, alcance la posibilidad de vivir como ser humano y contribuir al bien común del todo y de las partes, con el aporte que debe hacerse, sobre todo este presente y con mirada puesta en el mañana.

 

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