¿Quién se llevó nuestros secretos? (II)

 

Conforme ha demostrado reciencito el involuntario chicha filósofo Moisés Mamani: “no somos nada en cuanto quedan al descubierto nuestras más vergonzosas miserias”.- Y esta verdad, más vieja que Matusalén, es capaz de derrumbar no solo ministerios sino gobiernos, si bien -hasta this moment- no consigue aplacar ciertos malignos rencores de yakuza , como estamos viendo ahorita mismo, mi estimado.

Decía un famoso cortesano de los tiempos gloriosos del British Empire: “ningún hombre es verdaderamente grande, para su ayuda de cámara”. Y esto, -como vamos viendo- es una verdad más evidente que la muerte en bicicleta, cuando dicha buena vieja se anima a visitarnos. Pero volviendo a lo nuestro -que es lo urgente y oportuno cuando la percanta arruga en la puerta del telo-, la añeja intimidad, es algo que el viento se llevó, lo mismo que mis añorados cochineos románticos en lateral izquierda del clausurado cine “Beverly” de mis de mentes y re cuerdos.

Hoy, en virtud de las incomprensibles ansias de dominación y angurria dineraria de gobiernos, partidos, transnacionales y otras tangas, basta que un patita intente sacar los pies del plato de lo que se entiende por “sistema”, para que los “súper- sabuesos electrónicos”, le analicen hasta el pichi que desagua durante los entreactos de las grandes conferencias internacionales.

Ahora, usted, yo y Periquín de los Palotes, ¿por qué habríamos de ser materia de espionaje? Bueno pues, la respuesta la tuvo mi genial broder el poeta Juan Gonzalo Rose, cuando una equívoca batida, nos trasladó a poetas, periodiqueros y otros versos- del antiguo “Versalles” a la “Cómica” del “Sexto” y un alegoso de los que nunca faltan, gritó ya pestañeando el calabozo: ”Yo quiero que me digan, porqué estoy preso”-y entonces, Juan Gonzalo que jamás se inquietó por nada de este mundo, le retrucó: ¿Y por qué no, judoko?

-Sé muy bien que nuestro respetable populorum, que en materia de carpeta corre en honroso placé de Mr. Mamani, no gusta de los libros, quizás suponiendo que dichos elementos muerden o son capaces de quitarle ese valioso tiempo que emplea en escuchar los sermones de mi admirada Gisela, los coqueteos chimbombos del “talentoso” Beto y algunas noveluchas turcas, que completan el “bagaje” cultural de microbús y pollada bailable, pero-terco que es uno- de todas mangas, voy a recomendarles un libraco (baratieri nomás. Cinco mangos en Quilca Street) llamado “Mercaderes del Espacio”.

Es una novela que allá por los sesenta’s, vaticinaba un mundo dominado por los publicistas- a su vez mangoneados por los gringuitos lindos que para eso tienen sus bombas atómicas y bailan rock como si fuera un vals vienés. Son muy graciosos, pues y yo no tengo la culpa.

En el citado mini-mamotreto, el futuro súper gobierno, que quizás no sea tan novelesco como puede suponerse, ha abolido ya,-en el mundo entero- los fastidiosos partidos políticos, han eliminado las influencias religiosas y ya, el despelote, han clasificado a los humanos, en categorías que señalan lo que produce cada quién, en qué resulta utilizable, donde está autorizado a vivir y cuánto puede percibir cada cierto tiempo por sus respectivos trabajos más o menos esclavizantes. A fin de manejar a los “inconformes”,-que siempre habrá, porque así es el populorum- existirá un “Ministerio del Amor”, que se encargará de repartir una suerte de” maná infernal” llamado “soma”, (una especie de poderosa “ahuevina”, mezcla de bizcocho y cerveza), que mantiene domesticadas las hormonas, regula el quién con quién a la hora del chuculún y para los casos de excepcional rebeldía, siempre habrá unos enérgicos muchachones, dispuestos a repartir la adecuada “manta de palos”, por gentileza del “Hermano Grande” ya modernizado, oiga usted, pues usará un garrote a pilas, para hacer más emocionante la sesión.

Pero como no hay cowboyada sin “jovencito de la serial”, un cierto Michael Courtenay, se alucina el redentor de la plebe, sin imaginar que terminará crucificado, o más o menos, organiza a los “conser”,- especie de parias- que viven caleta-okupas en viejos edificios en abandono soñando con, algún día, restablecer el “ancient regime”.

Y… ya no les cuento más, pues de otro modo, nadie va a leer el libro. Ah… y de pasache, debo advertirles que cualquier parecido con la cuchuflética realidad, -quién sabe, mi hermano-, no es otra cosa que una juguetona coincidencia.

Y rematando: cuidadito con lo que hace usted en el ñoba o el Camacho. No se olvide…!”El Hermano Grande” lo vigila! Así como antes, en los conventos, un misterioso cartelito advertía a niñas cucufatas aspirantes a monja, o a jóvenes seminaristas expertos en manualidades: “Piensa en lo que haces. Dios te está viendo”.

-Y para los sapos: Moisés Mamani, es el próximo Vladimiro. ¡No tiene pierde!

 

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