Quieren imponer una sociedad inhumana, amoral y cínica

 

En estos tiempos, cuando la violencia indetenible del coronavirus sigue llevando dolor y tristeza a todos los hogares, pero de manera significativa entre aquellos que carecen de dinero que les permita adquirir medicina y oxigeno para contrarrestar los efectos del terrible mal, la pobreza económica se va profundizando en extremo. De allí que cada quien busca, desesperadamente, la manera de agenciarse algunas monedas, tanto para  sobrevivir, como para paliar el hambre de cada día. Entre estos, peor que nunca,  están los llamados trabajadores informales, los mismos que invaden las calles  y avenidas, sin más capital que la ínfima esperanza de vender algo y al precio que se pueda.

La multitud de los improvisados ambulantes, hombres, mujeres, niños, ha sobrepasado toda expectativa. Y aunque el problema no es nuevo, sí se puede afirmar que, lamentablemente, no tiene cuándo lograr solución. No se pudo ayer, tampoco parece que será factible hacerlo en el plazo inmediato.

La respuesta que se ha dado a la fecha no es la mejor. El hecho de querer limpiar las pistas de la urbe, a fuerza de golpes brutales y arrebatos de la mercadería, jamás ha significado remedio alguno. La gestión para reubicarlos en otros espacios, que se construyeron para mejorar la calidad de vida de los distritos más abandonados, no pasa de ser una breve pausa, que no refresca ni alivia la penuria de los desamparados de siempre.

En esta hora difícil y ante la magnitud del problema, es menester que digamos, sin medias tintas, que la mejor política económica es una buena política social. A diferencia de quienes se adjudican “pequeños” o “humildes” espacios de opinión en “grandes” medios de comunicación, en donde se apuesta por extremar la política del salvaje neoliberalismo, nosotros nos adherimos con toda decisión a los esfuerzos, con contenido verdaderamente humano, de quienes defienden los valores imperativos que representan las mejores fuerzas de la libertad y de la democracia.

¿Por qué salimos en defensa de los trabajadores informales y exigimos una respuesta honesta al problema que les afecta a ellos y a millones de personas a lo largo y ancho del territorio nacional? Es muy sencillo de entender: la ausencia de lo social no sólo afecta a lo humano, afecta del mismo modo el futuro de la libertad y de la democracia, su desarrollo integral, su posibilidad de construir una efectiva comunidad nacional, sin discriminación, sin marginación, sin olvidos, sin abandonos. Hay urgencia de darle espacio principal al tiempo social, si se quiere atajar lo peor, que es convertir a los pobres en seres condenados a la miseria. Ese tiempo nuevo debe llevar al país por un camino mejor, que evite la explosión social y el caos ingobernable. Ese tiempo social nos dice que no se debe maquillar el problema con actos de caridad, sinó más bien con una política económica que sea una buena política social y de ninguna manera, una suerte de carroza funeraria que recoge muertos provocados por la política neoliberal.

Coincidimos, además, con quienes miran el mañana inmediato, pospandemia, y señalan un cambio de época. Ese cambio que reclama que hay ir más allá de los programas compensatorios, tan de moda, que son peores y más humillantes, propios del populismo que emerge del asistencialismo o el paternalismo del Estado. La presencia de largas colas de personas de toda edad, para lograr algo de comida, luego de largas horas de espera, es ciertamente degradante de la autoestima y de la dignidad de los seres humanos que habitan cerros y callejones vetustos. Es algo así como la limosna que antes daban las damas de la caridad de las viejas aristocracias de la colonia y de los más recientes siglos republicanos.

Por eso reiteramos que lo económico y lo social no se pueden separar y que deben conjugarse simultáneamente y en modo armónico. Se puede combatir y reducir la pobreza en libertad y democracia mediante el humanismo integral. Insistir en la prédica del predominio totalitario del economicismo materialista, no es otra cosa que imponer una sociedad sin alma, inhumana, amoral, cínica y salvaje.

 

One Response

  1. pepe mejia c. dice:

    La pandemia del covid 19, ha desnudado el capitalismo salvaje, en salud, educacion, vivienda, al momento la epidemia sigue con la morbimortalidad alta y la disminucion exactamente, no se sabe cuando.
    Las medidas para contener la epidemia , la poblacion ya las conoce uso de mascarilla puesta, distanciamiento, lavado de manos frecuente. La poblacion informal es un 70%, tiene necesidad de trabajar, para no morir de hambre, siempre hay el peligro latente de una explosion social, de aca para adelante cuarentena focalizada, con responsabilidad y disciplina de cada uno,para con su familia.
    El gobierno, el estado debe cambiar en salud, educacion, vivienda, trabajo con cambios estructurales de la politica economica, en un cambio de nuestras vidas, Si no siempre el mundo sera victimas de las pandemias, desatres naturales.

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