Recuerdo del Potao provoca escalofríos en Alianza Lima

 

En Alianza Lima esta temporada echaron maíz para atrapar un plantel con jugadores que respondieran a la tradición del equipo, su protagonismo y la armoniosa relación con gananciosos títulos para cerrar la brecha de participaciones negativas.

Pablo Bengoechea fue el último entrenador exitoso de Alianza Lima. Llegó  en 2016 y al año siguiente logró ganar el Apertura y el Clausura. Con las dos obtenciones el equipo blanquiazul se coronó campeón nacional de forma automática.

En esa misma temporada Alianza Lima mantuvo su invicto en Matute, nadie le birló la cartera de los resultados. Un festivo año que se repitió en 2018 pero a final de temporada se alejó de La Victoria.

En el 2019 regresa Bengoechea a Matute pero ya no pudo repetir los años maravillosos que antecedieron, pese a que llegó como esperanza para corregir   el desastre de Miguel Ángel Russo.

Esta es la historia breve de Alianza Lima con rostro ganador pero lo que llegó después no alcanza para mejorar el historial, todo lo contrario. Hoy Alianza Lima atraviesa por una seria crisis, la peor en muchos años.

Con el chileno Mario Salas se calculó mal. En Matute pensaron y se ilusionaron en mejorar y avanzar hacia lo que dijeron de llevar al equipo a ganar todo en los años siguientes.

La crisis es terrible. La amenaza de perder la categoría está latente, muy poco puntos tiene en el acumulado y podría irse a segunda como ocurrió cuando Alianza Lima tuvo que jugar en el Potao, escenario donde antes se jugaba la segunda división.

Mario Salas propone y está lejos de alcanzar la producción lograda en Sporting Cristal cuando alcanzó el título. No se ve la mano del chileno y puede advertirse que el sistema trasgrede con la esencia del juego aliancista.

Encima este año se eligió mal. El delantero Patricio Rubio no es el que lo pintaron antes de su llegada. Sin embargo no es el solo. Los que están no encienden  la pradera.

Los que se fueron hacen falta ahora y se les extraña. Aguiar, Balboa y Felipe Rodríguez le daban personalidad al equipo. Cachito Ramírez que tampoco está, es más valioso de los que ingresaron para reemplazarlo.

La indisciplina se juntó a todos los desaciertos. Jean Deza llegó como el enlace que haría jugar a la delantera, apenas jugó unos minutos y se fue por el lado frívolo de su comportamiento.

Carlos Ascues, el llamado patrón, tampoco calza en el mediocampo. No trasciende y solamente el esfuerzo de Joarzinho Arroé se contagia entre los que nada aportan.

Alianza Lima tiene poco tiempo para recuperar el terreno perdido. Ya no hay nada por ganar salvo salvar la categoría en un año en que la pandemia del Covid 19 hizo su parte para esta situación.

De hecho Alianza Lima no puede estar atravesando este difícil momento y acaso busca culpables no sirva de nada porque con el gran bonetón instalado en nuestras costumbres, el peor enemigo será aquel que tira la piedra y esconde la mano.

 

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