“Remisión espontánea”… dicen (II)

 

Hasta ayer, acompañamos al joven Mario Pinedo -con sus terribles dolores y su desesperanza- hasta el “Pabellón de Terminales”. Allí, desde una alta ventana, atisbó un letrero luminoso que lo transportó a dichosas horas de reunión familiar. También asistió a la “remisión espontánea” de un hombre rescatado por el amor y las oraciones de su entrañable esposa. Además, vio morir a un millonario, a quien sus “herederos”, precipitaron al más allá. En fin, ahora volvemos a su historia.

La noche de los fantasmas

En medio de su dolorosa duermevela, Mario, escuchó un asordinado murmullo de voces indescifrables. Algo así como una letanía religiosa. Un rezo coral en idioma desconocido. Impresionante, sin embargo.
La curiosidad lo impulsó a mirar hacia el sitio de donde parecía provenir, dicho canto misterioso. Y entonces, vio aparecer, una lenta, sombría procesión de imágenes grises, avanzando a lo largo del callejón flanqueado por los muertos en vísperas.

“Como una plegaria…”

-“No te podría decir, tío, cómo fue, pero comprendí que estaban rezando”-me contó-. “Y quise unirme a la oración. Traté de incorporarme… pero el dolor, era atroz… y de sólo recordarlo, se me salen las lágrimas”, me dijo este querido muchacho, que es como un hijo más para mí, evocando sus lejanas horas vecinas de la muerte.

-“Entonces, empecé a chorrearme jalándome con los talones hasta que me descolgué al piso. Y ahí aferrándome a una pata de la cama, logré arrodillarme, mientras mi cuerpo se partía en dos… y empecé a rezar llorando: Padre Nuestro que estás en los cielos… Y de pronto, un fogonazo azul, me azotó la cara, mientras uno de los curas, o monjes, no sé, que parecía no tener cabeza, alzaba la mano, como bendiciéndome. Después, creo, me desmayé”-me confió este querido sobrino espiritual.
(MAÑANA: EL INCREÍBLE FINAL).

 

Leave a Reply