“Remisión espontánea”… dicen

 

De milagros y fantasmas

Según el ausente maestro Gabriel García Márquez: “Lo asombroso de los milagros, es que suceden”. Y cuando uno los presencia, o está muy cerca del acontecimiento, es cuando se le forma un chicharrón de sebo en el raciocinio y prefiere borrar el tema de su repertorio narrativo, a fin de no agigantar la propia y bien famada fama de cuentacuentos, que nos ha colgado a algunos el inclemente publicates.

Bueno pues, resulta que en la vieja Lima corría una historia encaminada a desanimar a las percantas que le echaran el ojo a cualquier cura, afirmando que los protagonistas de la subsiguiente telellorona, ella, en mula y él, se iría volando al tropical Infierno, arrastrado por “El Cura Sin Cabeza”.

El citado espectro se fe convirtiendo poquito a poco, en eso que se llama leyenda urbana, hasta que colgó los chimpunes por falta de rating y hoy, habría que tener cumplidos más de sesenta almanaques para haber oído hablar de semejante espantajo, mi estimado.

Sin embargo, el folklore mágico conoce también el centralismo y parece ser, que en nuestra Serranía, el citado fantoche, demoró un alguito más en desaparecer del todo. Pedro a lo que íbamos, como dijo el viejito que olvidó sus pastillitas justito a la entrada del telo… ¡Cosa más grande!… Como diría “Tres Patines”.

Cierto joven de nombre Mario, por más señas, hijo del arriesgado reportero gráfico René Pinedo Q.E.P.D empezó a experimentar ciertos dolores lumbares que se tradujeron en hinchazón morbosa y, llevado al hospital, fue diagnosticado de un cáncer que iba haciendo metástasis a la zona testicular y en tiempo récord, fue calificado de “enfermo terminal”, por lo que se le internó en el Instituto correspondiente, donde recibiría “calidad de vida”, como suelen decir en estos casos, los señores médicos, hasta que “el cangrejo” diga basta.

Una tragedia familiar

Cuando Mario escuchó lo que le tocaba, rompió en llanto mientras sus familiares luchaban en vano, por alcanzarle un tibio consuelo, una esperanza, la fe en un milagro del “Señor de la Soledad”, Patrón de todos los huaracinos, a cuya advocación lo consagraron sus padres, el mismo día que vino al mundo.
Hasta el triste pabellón antesala de la muerte, llegó Mario con sus dolores. Y ahí pudo ver cómo un verdulero se curó de la noche a la mañana, en virtud de la fuerza de las clamorosas oraciones de su humilde y amorosa mujer y también cómo cierto millonario murió irremisiblemente, después que varios de sus hijos le exigieran firmar algunos papeles… “Por si acaso nomás, papá”.

Un anuncio de “pizzas”

Y desde ahí también a través de una alta ventana, vio brillar en lejanía un letrero luminoso que anunciaba “pizzas”. Esa vianda que tanto le gustaba y cuyo solo recuerdo, lo transportaba al recuerdo de horas felices, rodeado de sus familiares, sin siquiera un atisbo de final de la vida.

Las radiografías mostraban lo horrendo de su verdad. Y nadie podría decir hasta cuándo viviría. Pero de acuerdo a la ciencia, su aliento vital, quizás no alcanzaría hasta la próxima pizza.
Y de pronto, a la tercera noche, ocurrió lo inexplicable.

(MAÑANA:”UNA EXTRAÑA EXPERIENCIA”).

 

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