Salvador: Confiar en ti mismo, no garantiza el éxito

 

Salvador Alejandro Jorge del Solar Labarthe, se llama así quien hoy en día ejerce la delicada función de primer ministro en el renovado gabinete que acompaña la gestión presidencial de Martín Alberto Vizcarra Cornejo. Ponemos los nombres tal cual son, de uno y otro, para que los tengamos presentes, no los olvidemos y los acompañemos con nuestras oraciones, por lo menos, en los siguientes días cuando la situación política tienda a ponerse más compleja y sea necesario que alguien, con mayor poder celestial, los ilumine.

¿Qué ocurrirá con Salvador Alejandro? ¿Qué hará Martin Alberto? No lo sabemos. Ojala no se le ocurra al presidente, ante los problemas que sobrevengan, volver a repetir la desafortunada frase que pronunció cuando la tragedia del terminal Fiori: “es culpa de todos”. Pero quien sí debe poner las barbas en remojo es Salvador Alejandro. Durante la exposición de la política del gobierno, realizada el pasado jueves, lo hizo frente a un parlamento áspero, demagógico en extremo y hasta agraviante. Salvo escasas excepciones, mediocre.

El primer ministro ha dicho que los objetivos del gobierno se sustentan en  cinco ejes: decidida lucha contra la corrupción, fortalecimiento de las instituciones del Estado, renovados esfuerzos para lograr el fortalecimiento económico, el desarrollo social y la anhelada descentralización. ¿Se convertirán en realidad lo prometido? ¿De cara al bicentenario se habrá avanzado lo suficiente? Sobre la primera interrogante, tenemos nuestras dudas, por más que se hayan tomado algunas medidas como la creación de veinticinco (25) comisiones regionales anticorrupción y se hayan asignado  25 millones de soles adicionales al Ministerio Público para fortalecer las fiscalías de delitos de corrupción de funcionarios. ¿Por qué? El problema de la corrupción es de la mayor gravedad, tanto que ha logrado empoderarse en todos los estamentos de los tres poderes del Estado, llámese Judicial, Legislativo y Ejecutivo. No es extraño que se evoque a Gonzáles Prada. Vuelve a tener vigencia la frase expresada hace un siglo: “El Perú es un organismo enfermo: donde se pone el dedo, salta la pus”.

Los otros ejes del discurso de Salvador Alejandro podrían ser viables, quizás, en la medida en que los tres poderes del Estado y, sobre todo, el diálogo entre el ejecutivo y legislativo se libere de complejos, de intereses mezquinos y se deje de lado “la escopeta de los dos cañones”. Esto sin embargo, es pedir mucho.  Fuerza Popular, a través de su vocero Carlos Tubino, ha sido enfático en proclamar que el fujimorismo, versión keikista está abierto al diálogo. ¿Se le podrá creer? Un poco difícil, conociendo promesas anteriores. Por otro lado, el aprismo de estos tiempos, versión alanista, sigue jugando a la política y se pregunta sobre los 1,700 millones que el actual gobierno ha destinado a consultorías, señalando, sin mostrar pruebas, que ahí está la corrupción. Finalmente, la izquierda representada por Frente Amplio, ha asumido la tarea de impactar en el electorado, afirmando que no se puede tener confianza en el actual gobierno mientras haya miseria y pobreza en el país. Las demás bancadas muestran otra disposición, aun cuando no pierden oportunidad de justificar su existencia mediante criticas acidas de algunos de sus miembros.

Lo ocurrido cuando el voto de investidura  es un adelanto de lo que podría venir a partir de ahora. Salvador Alejandro y  su equipo de ministros recibieron el exiguo apoyo 46 votos a favor. En contra votaron 27 parlamentarios y otros 21 optaron por la abstención. No estuvo Lescano, tampoco Mamani, entre otros suspendidos. Ambos hijos de Puno. Tampoco los que por su cuenta no concurrieron a cumplir su deber parlamentario.

Sin embargo, aunque pueda resultar extraño, la presencia del gabinete ministerial y la actuación parlamentaria, debe entenderse como una demostración de que estamos viviendo en una sociedad política. Quedó en evidencia el pluralismo existente, que es condición  inmanente a cualquier estilo social de vida democrática. ¡Que esto nos sirva de consuelo!

 

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