Solo la verdad salvará a la nación

 

A los caminantes que enrumban sus pasos sin mayor aliento que el de la esperanza, no les parece correcto que, a estas alturas, cuando cada quien hace lo suyo por defender el derecho a la vida, hasta el último aliento, que haya personas que califiquen de fracaso la lucha emprendida, con todo valor y oportunidad, contra ese terrible mal que llamamos Covid-19. Y peor aún, que se recurra a las cifras estadísticas de los primeros cien días del aislamiento social, para que con impertinencia se trate de engañar a la opinión ciudadana. ¿Son intereses políticos los que motivan a quienes se dan por derrotados en estas circunstancias? ¿O son quizá, asuntos meramente económicos, los que los llevan a mentir descaradamente?

Las cifras estadísticas, bien leídas, si se toma en cuenta que estamos en una verdadera guerra en defensa de la vida, dicen, por ejemplo, que son más las vidas rescatadas, gracias a la atención sanitaria, que el total de aquellos que sufrieron el impacto fulminante de la letalidad. Ciento cuarenticinco, trescientos veinte mil, están en el rubro de pacientes que fueron dados de alta, mientras que ocho mil doscientos veintitrés, fallecieron. La diferencia es significativa, más todavía si se observa lo ocurrido en países vecinos y en otros continentes, en donde los sistemas hospitalarios son mejores que los nuestros. No nos deja el dolor que sentimos por lo ocurrido con los que han muerto, sin que ello, sin embargo, nos lleve, serena y positivamente, a desconocer cuánto hacen médicos, enfermeras, técnicos y otros trabajadores, que, al mando de las directivas gubernamentales, exponen día a día su propia existencia.

El afán de engañar, no se queda allí. Hacen mención que, según sus estimados, el Producto Bruto Interno caería este año en un 12 por ciento y que la pobreza se elevaría en un 27 por ciento, siete puntos más en relación con el año pasado. Una verdad que podría considerarse a medias, porque no se debe solamente a la pandemia y las medidas adoptadas en la lucha contra ese mal. El problema es uno y otro sentido, viene de tiempo atrás, por sobre todo a causa de la política económica neoliberal, la misma que ha causado graves daños entre la población trabajadora de todo el mundo, implantando empleos indignos para la persona humana y promoviendo, mediante la tercerización, la informalidad, en donde están inmersas millones de personas a lo largo y ancho del territorio nacional, cuando no empujados a formar parte de la vida miserable de la delincuencia y la prostitución.

A propósito de la falta de ética de los voceros oficiales y oficiosos de quienes ven al Perú derrotado por la pandemia, nos viene a la memoria, ahora, lo escrito, hace décadas atrás, por Manuel González Prada, dedicada a seres de ese mismo cuño:” Los males causados por la falta de sinceridad y honradez resultan en los diarios de Lima, casi todos sin opiniones fijas ni claras, defensores sucesivos del pro y del contra, apañadores de los más odiosos negociados fiscales, voceros de bancos y empresas. Y sociedades en que impera el agio y el monopolio”. La actitud de los defensores del abuso y el desmedido afán de lucro de las clínicas, encaja bien al respecto.

González Prada, subraya con la misma energía y claridad:” La falta de sinceridad y honradez se junta casi siempre al exceso de ignorancia; hasta cabe afirmar que la ignorancia con humos de suficiencia vive inseparablemente unida a la improbidad…” ¿Qué agregar en las circunstancias de hoy, cuando es menester decir la verdad por el bien del Perú? Benedetti, dejó en sus poemas la respuesta: “Quizá mi única noción de patria, sea este regreso al propio desconcierto”

 

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