SUNAT no cree en lágrimas

 

La SUNAT no cree en versitos…

Pobre mi amigo poeta. Le dijimos, le advertimos, nada, no hizo caso. Y repetía: “Para que nuestro país cambie debemos hacer todo bien, derecho, por las buenas, respetando la ley…”.

Fue inútil decirle que todos aquí somos infractores genéticos, ya sea por un dvd pirata, un libro por allá, el olvido de dar una factura, una pasadita de semáforo, obviamos algún ingresito por ahí, o sea, que no somos nórdicos, vaya…

“No, por eso es que estamos jodidos” insistió.El poeta tenía en la mano un ejemplar de su libro cuando hizo la cola ante las ventanillas de la SUNAT, allá en la sórdida av. Wilson, asediado por imprenteros, vendedores de formularios, cerca del espectáculo de los viejitos que reclaman su mísera pensión de jubilación a la ONP:

-Mire usted, tengo este libro y quiero venderlo en las librerías ¿Qué tengo que hacer?

Sudorosa y aburrida, aquella señora le disparó frases cortas y rápidas porque el vate interrumpía su tentempié de media mañana:

-Obtención de RUC… impresión de facturas… apertura de libros de ingresos y egresos en cuatro juegos.. si no tiene razón social consulte la próxima ventanilla….¡Siguiente!

Ay, mi amigo hizo la otra cola.

-No, no tiene que formar una empresa: coloque ahí un sellito “edición del autor” nada más y pague sus impuestos.

Vaya a la otra ventanilla y saque su RUC, después pida el formulario para poder imprimir sus facturas, luego regrese…

Cuando fue, triunfante con todo en la mano, la antigua asesora le explicó como quien le perdona la vida:

-No tiene que hacer cuatro libros, solo dos.. llene este formulario para Régimen Especial y no se olvide, tiene que presentar este otro formulario cada mes, indicando cuánto ha vendido, etc.

-¿Y si no vendo nada?

-Ponga ahí 00.. ¡Siguiente!

-Pero ¿hasta cuándo debo presentar 00?

-Siempre pues joven.. ¡Siguiente!

Eran sólo 100 ejemplares casi artesanales.Un amigo le había diseñado la carátula, otro le editó las 60 poesías, y fueron todos juntos al jirón Cailloma donde compraron el papel bond para el interior, el cartoncito para la carátula y luego en una pequeña imprenta de la avenida Bolivia nació el poemario que les encuadernaron allí mismo.

El primer mes, entre amigos y familiares vendió una veintena de ejemplares cuyo resultado económico presentó orgulloso en la SUNAT. Luego, pese que dejó un par en todas las librerías no vendió no uno más. Por ahí andan seguramente, olvidados en algún anaquel del fondo.

Pobre mi amigo poeta: se olvidó de la SUNAT.

Habían pasado tres días del sexto mes desde que lanzó a la venta su texto cuando recordó la falla, corrió a la ventanilla y allí fueron claros y contundentes:

-Ajá, omisión de declaración.. veamos.. reglamento…. Artículo.. inciso c… Son 660 soles de multa. ¡Siguiente!

-¡¡Cómo!! ¡¿660 soles??!! ¡Pero si ni siquiera he ganado esa suma!!

-No se altere joven, yo no hago las leyes, vaya a quejarse en la ventanilla siguiente.El poeta fue consolado por otro funcionario:

-No se preocupe señor poeta, si paga antes de recibir la notificación, la SUNAT le rebaja la multa y solo pagará 330 soles…No tuvo mi amigo otra opción que pagar y luego averiguar cómo salir de aquel círculo infernal mensual, para lo cual presentó otro formulario de anulación y destruyó para siempre sus facturas.

¿Y su libro de poesías?

Cada vez que alguien se interesa, se lo regala y le ruega:

-Y por favor, que no se entere la SUNAT.

Moraleja: Es inútil, impuestos y poesía no rimarán nunca, no sale un verso ni de vainas.

 

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