“Una fuerza, todas las fuerzas”, lema convocante de fraternidad

 

A finales de los años noventa, coincidiendo con la culminación del siglo veinte, la Asociación Nacional de Periodistas del Perú tomó la decisión de rendir homenaje a los periodistas del país y del mundo, más allá de credos o de fronteras, por su sacrificada labor de informar con la verdad, de darle a las personas y a los pueblos ese sustento vital que requiere una verdadera democracia. Se trataba de un reconocimiento gremial surgido de las entrañas de la organización con mayor y mejor trayectoria de esta parte del continente, que había sufrido y llorado la inmolación de numerosos colegas, que sin más armamento que la palabra enérgica, lúcida y directa, había demandado la libertad de compañeros perseguidos o encarcelados injustamente, que había condenado sin medias tintas, sin temor alguno, los crímenes del terrorismo en extremo demencial y que enrostró los excesos de quienes al violar los derechos humanos, terminaron poniendo nubarrones negros a la gobernabilidad.

Por entonces y así como lo habían propuesto sus fundadores en 1928, la histórica ANP presidía las mejores luchas en defensa de la libertad de prensa como derecho del pueblo a tener información veraz, plural, independiente, no contaminada por el poder político o el poder económico, se mantenía firme en la salvaguarda de los derechos sociales y económicos de los trabajadores de la prensa. No solamente del Perú sinó también de América Latina, del mundo entero. De la humanidad toda. Conocía de los dolores, de las amarguras que se dan con frecuencia, cuando se trata de acallar, hasta con la muerte, a quienes asumen la tarea diaria de hacer periodismo limpio, ético, ese que propicia una sociedad que puede ser justa cuando se realiza respetando la dignidad trascendente de la persona humana. Las luchas de la ANP estaban impulsadas, como ahora, en el esfuerzo común, de hacer del periodismo un medio que lleve a la humanidad al encuentro de una coexistencia donde se considere al prójimo como otro yo, cuidando en primer lugar de su vida y de los medios para vivirla dignamente.

Ese tránsito le había llevado en 1984 a formar parte de la Federación Internacional de Periodistas -FIP- con sede en Bruselas. Primero en Edimburgo, luego en Maastricht, posteriormente en Baia Chia, Montreal, Santander, descubrió que los sindicatos y gremios de los trabajadores periodistas compartían problemas similares y buscaban en el intercambio de experiencias y de ideas la mejor vía para “hacer que la sociedad internacional se de cuenta y apoye que sin información apropiada e independiente, no puede haber una democracia real y sin democracia no puede haber justicia social”. Expresiones de Jens Linde, por aquellos días de 1996, periodista danés, presidente de tan importante organización que reúne a los trabajadores de prensa de todo el orbe.

Esa elocuente experiencia impulsó a la ANP a editar un libro que recogiera los hechos trascendentes que expusieran la importancia de la unidad gremial, que explicara el porqué de las acciones tendientes a crecer con fuerza y hacer realidad el anhelo de una sola fuerza para enfrentar las ambiciones de aquellos que al negar la libertad de prensa como derecho de la sociedad, o desconocer los derechos de los periodistas, en realidad lo que hacen es atentar contra la vida, contra el desarrollo del pensamiento, de los bienes, de la persona humana. Vana pretensión que trata de impedir que ésta en toda la dimensión de su sensibilidad, comparta sus vicisitudes personales, familiares, comunales y evite ser sometida a injustas restricciones en el ejercicio de sus derechos y de su libertad.

El libro que lleva por título “UNA FUERZA, TODAS LAS FUERZAS”, impreso y puesto en circulación en 1996, hace ya más de veinte años, a decir de César Lévano, el ilustre periodista peruano “condensa las preocupaciones de los periodistas en estos días en que se acentúa la concentración de la propiedad y el control de los medios por grandes transnacionales, que ven en los medios sólo una fuente de poder y de enriquecimiento acelerado”, al mismo tiempo que, subraya, “señala los nuevos ámbitos que crea la tecnología avanzada, sus posibilidades pero también los problemas que plantea para el periodista profesional, convertido ahora en hombre orquesta que recoge información, la digita, la corrige y la diagrama, y que en el caso de la radio y la televisión, incluso la transmite. Periodistas para todo servicio, parece el lema de muchos empresarios de la comunicación”.

Superando las expectativas del título del libro, “UNA FUERZA, TODAS LAS FUERZAS” es hoy en día uno de los gritos cargados de valor, de coraje formidable, que encabeza las luchas de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú. Lo hace público, lo comparte con otros sectores de trabajadores, con esa mayoría de peruanos y pueblos del mundo, oprimidos, que bajo un presunto progreso de la sociedad, es instrumentalizada para fines ajenos a su mismo desarrollo. Y coincidencia o no, tiene en estos días una frase seguidora, cargada de solidaridad, de hermandad, que enorgullece y que se intitula “PERÚ, UNA SOLA FUERZA”. Hecho que de seguro enaltece a cuantos, hombres y mujeres de la ANP, que ven allí, en gesto convocante, como su propio lema, la unidad nacional de todos, para hacer una causa común que está permitiendo que haya participación popular en momentos en que millones de compatriotas sufren los embates, los desastres, causados por los fenómenos de la naturaleza.

 

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