Una prueba de amor

 

Yo nunca he tenido una novia periodista.

Una actriz, poetisa, ninguna, gracias a Diosito que es tan piadoso. Y, para quienes me conocen, resulta extraño y hasta increíble, que habiendo pasado, casi toda mi vida, en medio de bellas y conflictivas jóvenes escribidoras, jamás haya traspasado con ellas, el juerguero límite del compañerismo y la amistad solidaria.

Pero, así ha sido, pues, porque esas cosas tiene la vida y, con respecto a los romances que si he vivido, ciertos, o exagerados por la leyenda urbana, sólo me queda repetir con Neruda: un viejo poema que solía repetir mi extrañado tío putativo Andrés “Pichón” Archimbaud.

Es uno que habla de un marinero que vuelve de “Los Azules Horizontes” y responde a las preguntas de un curtido Capitán.

Y dice-salvando- los entreveros de mi memoria: “

Y si me preguntan de dónde vengo/

Diré que de la mar, mi Capitán. Vengo de los Azules Horizontes/

Vengo de amar, mi Capitán”.

Y para quienes creen en los mandatos del destino, yo podría decir que los cien puertos que conocí en mi agitada vida, sólo afinaron mi brújula espiritual, para que finalmente, mi corazón ancara en una rosa. Si pues. Así se llama mi mujer definitiva.

La que trajo a mi vida, una suerte de ordenamiento gerencial y, lo que en conclusión resulta siendo, en términos generales, esa felicidad que cantan los poetas, cuando eventualmente creen haberla encontrado.

Porque, tratándose de amores, yo he aprendido mucho. No sólo por mi fortuna personal en dichos avatares, sino porque envuelto en la bohemia y el trasnochador periodismo de los 60’s en adelante, he visto llorar por amor y aún morir por eso mismo, a mucha gente de mi entorno.

Y por eso, sé que el amor, es un ciego y es un loco. Algo, o quizás, alguien que cuando empieza a ver, o recupera la razón, entonces ya, deja de ser amor. Para que se enteren los que nunca se encamotaron.
Hace unas horas, vino a mi mente, la historia de cierta coleguita, que allá por sus románticos dieciocho, se enamoró del Director del diario en el cual, ambos trabajábamos.

El tío, veinte años mayor que ella, era casado y este romance de telenovela transcurría entre jugaditas de escondite, portazos cierrapuerta de oficina cómplice escenitas de celos tremendistas, llanto sincero de la chibola, y reconciliaciones que vanamente, estos amantes de película, trataban de ocultar en medio del remendó mar de sapazos que siempre hemos sido los periodistas.

En fin. La chica del cuento, aconsejada por ciertas colegas de mayor edad y más kilometraje, decidió un día exigir a su madurón amante, que simplemente se divorciara, para casarse con ella.

Y como es usual en estos casos, el tío prometió que así lo haría, si bien se cuidó de decir “cuándo”. Y esto, naturalmente, no hizo más que añadir sal, al salero del cochineo.

Ella, insistía en reclamar fecha, en tanto, el jugadorazo, se lucía dándose maña para postergar y esquivar el crucial momento de su separación legal, desde luego, más falsa que un billete de a siete dólares, mi estimado.

En un momento dado, la situación, llegó a mayores, con amenazas de suicidio, cartas a lo Margarita Gautier, cortaditas superficiales en ambas muñecas y falso frasco de pastillas para “el sueño eterno”.

Y todo el repertorio que saben desplegar las jermas, sin importar su edad, o condición de enredo amoroso.

Entonces, el galán, así acorralado por la tragicomedia, alucinó su acto genial para embobinar al publicates, mismo cómico ambulante empinado a la telellorona.

Se conchabó con una pata que hacía “judiciales” en otro periódico, logrando así que este “oportuno cómplice” de la engañifa, publicara en el espacio de los “edictos judiciales” un “suelto” que proclamaba que “Don Fulano de Tal”- el vivazo de la historia- y “Doña Mengana De Cual”, su legítima esposa, habían iniciado acciones de divorcio “por incompatibilidad de caracteres”.-guárdame esa flor.

Y entonces, premunido del “brulote” impreso, el otoñal sacavueltero protagonizó su “escena cumbre”, ante la joven amante, que casi se desmaya de alegría, abriendo su corazón- es un decir- a las delicias de una fantasiosa luna de miel adelantada.

Naturalmente, “El Gran Padre Tiempo” que no gusta de finales felices para esta clase de cumbiambas, fue separando paulatinamente a estos amantes peliculeros y una de esas tardes, un infarto sorpresivo, se llevó al gracioso, a esa dimensión del universo, de la cual, nadie ha regresado todavía.

¿Fin de la Historia?. Ni se la crean, mis amables cuchi-cuchis. Una carretada de años después, mi ya cincuentona coleguita, me visitó en mi oficina de funcionario de Banca, en busca de un avisito para cierta revista, en la cual sepultaba sus recuerdos. En un momento de la obligada charla aludió rencorosa a su amante de los dieciocho.-“No hagas eso”,-le dije.- ”Siempre hay que guardar ternura, para ese alguien que alguna vez amamos”.

-Ella, murmuró un entrecortado: ”Si”, mientras abría su cartera, para, temblorosamente extraer un trocito de papel periódico… el viejo “suelto” del cuento, amarillado por los años y uno que otro lagrimón secreto. Era el certificado escrito de una mentira tormentosa que, sin embargo, le hizo vivir los más dulces remezones de su amor prohibido.

Esta es una historia cierta, firmeza, Frankestein y como diría mi hermano ausente “El Zambo Cebiche”, en grueso afro-peruanismo: “así fue cumpa, sin chacoveos ni pipilingüetas”.- Que ¿Quiénes fueron?…Se dicen lo milagros, pero no los santos del cuento, mi estimado.

 

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