Yo mismo soy

 

Sí, pues. Así soy yo. Y voy a ser igualito hasta que me muera. Honesto, trabajador y valiente, tal como dispuso mi padre desde que yo era chiquitito y como me conocen mis verdaderos amigos, en tanto, parece incomodar ¡Horrores”, ay, a mis gratuitos y huachafos enemigos.

Como sostiene un sabio dicho mejicano: “no soy monedita de oro pa’ caerle bien a todos”, de manera que “pa’ lante como el elefante” y que siga la jarana de la vida.

También podría definirme, comparándome con el “Santiago Nassar” que pinta el genial “Gabo” en “La Crónica de Una Muerte Anunciada”, retratándome como: ”alegre, pacífico y de corazón fácil”, quizás añadiendo con el gracioso “Karamanduka”: “y si se ofrece tirar trompadas/…siempre he tenido disposición”.

-Siendo así, pues, he cumplido una larga y placentera carrera periodística –que se prolonga hasta ahorita-y a quien le guste que aplauda y a los demás, que miren para el techo. No me voy a morir, por antipatías de capilla, mariconadas de café, o recovecos mentales que sólo explicarían Freud y su científica collera.

Cuestión aparte -por tratarse de especímenes curiosos- son el nano “Tripedo” a quien tuve un día, la desdichada idea de incorporar al periodismo, sin imaginar que así me “compraba” el más canallesco y trapero de los enemigos que me han perseguido a lo largo de los años. Otra joya, es “El Estalinista Piojoso” a quien consideré “amigo” por varias décadas, para descubrir de pronto, que tal sujeto, me odiaba desde el fondo de su acomplejado corazón. Nunca sabré porqué.

En el fondo, a esta gente, hay que agradecerle su pequeñez espiritual, porque tal condición, nos obliga a superar los obstáculos que su bajeza contribuye a ponernos en el camino.

Estas líneas, sólo pretenden estimular anímicamente a una serie de hombres y mujeres, que sufren la tenaz, inexplicable persecución enmascarada de estos despreciables seres, que siempre han existido en el mundo y de los cuales solo se ocupan algunas páginas del ayer y “La Historia Universal de la Infamia”, que escribió el maestro Jorge Luis Borges, cuando el General Perón lo nombró “Inspector de Huevos” en los Mercados de Buenos Aires y quizás haya sido una de las razones, por las cuales, jamás ganó el Premio Nobel que tan largamente merecía.

En lo personal -y que se enteren mis “odiadores”-, para mí, ellos, son como el micro. Es decir: me llegan.

 

Leave a Reply