Los celulares son importantes recursos de comunicación en nuestra época. Ya no es un lujo tenerlos y a medida que se abaratan los costos de los equipos, tienen acceso más cantidad de personas. Esto explica porqué en ciudades tales como Lima hay más teléfonos celulares que seres humanos. Gracias a su acceso a Internet, son innumerables los recursos que podemos encontrar.
Tener un celular es algo normal, pero qué pasa cuando se cometen excesos y por utilizarlos indebidamente ponemos en riesgo hasta la propia vida. Hace un par de días vimos a una jovencita subir raudamente las escaleras de un edificio mientras revisaba su cuenta de Facebook, que pudimos ver pues pasó muy cerca. Estaba tan concentrada en la pantalla no midió sus pasos, se resbaló y cayó de bruces. Apenas se levantó no se preocupó en absoluto de la herida que tenía en la mano que por suerte la había protegido en su caída. Su primera pregunta fue ¿Dónde está mi celular? Había puesto su vida en riesgo y sin embargo, luego de encontrar el aparato siguió subiendo las escaleras, con menor rapidez, pero sin dejar de mirar la pantallita.
Hace dos días nomás una jovencita se electrocutó intentando tomarse un selfie “especial” en el techo de un tren en Rumanía. Meses atrás, en Estados Unidos una mujer quien conducía un auto murió al estrellarse con un camión, pues por enviar un selfie a Facebook se pasó al carril contrario.
Todos los días vemos personas, especialmente jóvenes quienes corren riesgos innecesarios por su “amor a la tecnología”. Cruzan una calle con mucho tráfico o conducen su auto con una mano, demasiado concentrados en los mensajes de su teléfono móvil. ¿Es que no pueden permanecer desconectados solo por unos minutos, mientras llegan a lugar seguro?
Lo cierto es que si no se dan cuenta claramente de lo que pasa a su alrededor, la vida se les puede ir en menos de un segundo.