Diálogo

 

Ana Teresa López de Llergo

El diálogo requiere de apertura, de comprensión, de voluntad para poner remedios y de acciones oportunas para resolver los problemas.

Anhelamos la paz, es siempre deseada, difícil de conseguir plenamente y por eso, seguirá siendo siempre buscada. Se puede conseguir en algunos aspectos, pero no en la totalidad. Además, la paz lograda puede disminuir o perderse y nuevamente hace falta volver a la carga para recuperarla. Esto va y viene porque no depende solamente de uno, está relacionada con los demás y requiere lo mejor de cada parte.

El diccionario nos dice que la paz tiene similitud con otras palabras como tranquilidad, sosiego, quietud, calma, reposo, concordia, armonía, acuerdo.

También encontramos que es una situación o estado en que no hay guerra ni luchas entre dos o más partes enfrentadas, a esto se le llama “tiempo de paz”. También se refiere a un acuerdo para poner fin a una guerra, es firmar la paz

La Real Academia de la Lengua nos dice: Situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países. Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos.

Estas afirmaciones nos señalan un trasfondo relacionado con un estado interior y también con una especial relación social. Por lo tanto, es un estado sumamente agradable deseable en la vida interior y en la vida de relación. Cada aspecto refleja la dimensión individual de cada persona y la dimensión social.

Es de desear que se consigan los dos aspectos, paro no siempre es posible por variadas circunstancias. Y sucede que pueden encontrarse personas llenas de paz en un entorno de altercados, o también en lugares pacíficos donde no faltan algunas personas peleoneras. Cualquiera de estas dos combinaciones son las más frecuentes, aunque la meta es lograr la paz ambiental con la paz de cada una de las personas que integran la sociedad.

Hay muchos motivos que pueden hacer que alguien pierda la paz, lo mismo sucede con la paz social, hay periodos en que se puede mantener porque no aparecen circunstancias que la entorpezcan, aunque eso no es fácil de conseguir por mucho tiempo.

Como vemos, la paz es deseable, pero es fácil perderla. Tanto porque cada persona tiene una vida compleja y puede haber desajustes en la interioridad, y la vida social suma la complejidad de cada persona que la integra con la complejidad de las múltiples y variadas relaciones.

Un recurso importante para hacer frente a los problemas de relación es el diálogo. A lo largo de la historia podemos encontrar momentos de grandes tensiones que aseguran la inminencia de acercarse a una guerra, y haber logrado escuchar las razones de los distintos bandos y poner todos, la mejor voluntad para disminuir las diferencias y, a la vez, todos ceder en algo para llegar a acuerdos con beneficios para todos. Gracias al diálogo.

Para que el diálogo logre los nobles resultados de la paz, requiere de los dialogantes también nobleza interior y exterior. La interior pide desear sinceramente el beneficio de todos. Por lo tanto, estar abiertos a entender la postura de los demás y los motivos de sus demandas.

Cada uno tendrá que exponer sinceramente y verazmente sus deseos y sus demandas de justicia. Porque hay antecedentes que pueden atenuar o subrayar las peticiones. Estar dispuestos a descubrir sucesos injustos y que han de solucionarse para no seguir cargando con esos lastres.

El diálogo requiere de exposiciones veraces y de escuchas sin prejuicios. El diálogo requiere de apertura, de comprensión, de voluntad para poner remedios y de acciones oportunas para resolver los problemas. El diálogo ha de beneficiar a los interlocutores. El diálogo es todo lo contrario al engaño o a sacar provecho de los demás.

El diálogo ha de lograr comprometer a todos para que juntos, con sus respectivas aportaciones alcancen beneficios para todos.

Unos resultados así son el premio de haber sabido escuchar, comprender y ayudarse mutuamente a ganar – ganar.

Quien dialoga con estas disposiciones, también logra la paz interior porque destierra los remordimientos, pues no engañó, ni menospreció, ni se excluyó. Tiene el orgullo de haber colaborado y de haber repartido honestamente lo que correspondía a cada quien.

Y no hay que esperar un trabajo para tener ese tipo de diálogos, ni tener un cargo relevante. Ese modo de dialogar se puede vivir en lo cotidiano, entre hermanos, entre esposos, entre vecinos, entre compradores y vendedores, entre compañeros en la escuela, etcétera.

Y así lograremos estar en paz con nosotros mismos y con los demás.

Pero es necesario empezar ya.

 

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