El aborto consiste en matar

 

Sobre la interrupción voluntaria del embarazo, ha escrito el profesor Ignacio Sánchez Cámara con lógica irrefutable: “Hablando con propiedad el aborto consiste en matar al feto en el seno de su madre, más bien de la mujer. Abortar no es interrumpir un proceso natural o, si lo es, consiste en matar al no nacido. No decimos que el asesinato sea la interrupción de un proceso vital ajeno, ni el robo la interrupción de la propiedad ajena ni la violación la interrupción temporal de la libertad sexual de una mujer. El aborto consiste en dar muerte a un ser humano antes de nacer, es decir, en matar.”

Y seguimos pues avanza la ley sobre el maltrato animal que parece un sistema de distopía más que una ley para convivir en sociedad. Cómo se puede legislar que matar una rata en el garaje se castigue con una multa y algo más ¿están desquiciados o qué están buscando? Se está hablando de la prohibición, no ya de no matar, sino de maltratar a un caballo.

El sentido común se rebela contra estos intentos de una ideología absurda que traspasa los límites de lo imaginable. Se puede descubrir la pretensión de fondo de una batería de leyes: borrar la frontera entre la realidad y el absurdo, entre el bien común y la locura de una minoría, o entre el derecho y la arbitrariedad, entre lo justo y lo injusto, entre el bien y el mal. He aquí la cuestión: porque tratan de borrar la realidad del mal en sus manifestaciones estableciendo un relativismo pleno, en el orden del conocimiento, de las leyes, y de la ética. Y en el fondo se quiere establecer una antropología individualista cerrada al espíritu.

Jesús Martínez Madrid

 

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