El chico quería ser periodista

 

Llegó a la redacción de uno de los diarios en los cuales he trabajado y vivido todo el magazine aventurero que hasta hoy, ha sido mi carrera.

Me lo presentaron como sobrino del queridísimo y recordado “Maestro” Rodolfo Espinar Ilich, que había sido mi primer jefe en la sección deportes del inolvidable “Última Hora”, donde empecé a vivir mi azarosa historia de periodista y escribidor a tiempo completo.

Era un jovencito sonriente y trabajador, que asumió con orgullo, ponerse a mis órdenes y-al igual que años más tarde-mi hijo Willy, se quedaba conmigo hasta que “cerrábamos” la edición y quería saberlo todo, convirtiéndose en permanente preguntón, e infatigable “asistente”, de quien esto escribe.

Como era inevitable, empezó también a compartir parte de mi vida.

Por eso, estuvo a mi lado en cada víspera navideña, cuando  asumiendo el autoimpuesto rol de “pascuero”, yo colectaba juguetes y “panetones”, cada Diciembre, para alegrar la vida de mis antiguos vecinos de barrio, por lo cual me gané la “chapa” de “Niño Dios de Mapiri” (El otro, era el de “Las Carrozas” . Un tristemente célebre hampón,) que no tenía nada que ver conmigo).

Pero volviendo a “Luchito”, – que así se llama el chico de la historia- también jugó a mi lado, el entusiasta rol de “Papá Noel” de los humildes niños que sonreían cada “Nochebuena”, al recibir un modesto carrito de cuerda, o el “Premio Mayor” de una mini pelota futbolera. Lo de “Niño Dios”, me ligó gracias al mal humor de una morena vieja, portera del callejón 320, donde aún compone huesos y dolores mi hermano espiritual “El Cholo Teves”, que no me dejará mentir en los detalles de esta historia.

Era el atardecer de un 22 de Diciembre y yo gozaba en grande el reparto de

Juguetes y bizcochos, hasta que la señora renegona, me interrogó a la mala: “Oe blanquito, deónde sacas tú la plata pa’ comprá too eto”?- Y entonces yo, por salir del paso, le respondí: “ninguna plata, señora”.- Cada mes de Diciembre, yo le escribo al “Niño Dios” y Él, me trae estos regalos, que yo reparto todos los años”.-“¿Niño Dios?-me dijo, como si yo la tomara de tonta. Y se marchó murmurando  lo más picante de su “repertorio”, para finalmente, a lo lejos ya, rematar el discurso, diciendo: “A mi, me vas a cuenteá”. “El Niño Dió, ere tú mimito”.- Y ahí nomás, nació el apodo que habría de acompañarme largos años, para festejo de mi “barra brava”, de entonces, incluyendo en el vacilón a mi querida hermana Violeta, que me apoyaba con tremenda paila de chocolate “El Tigre” generosamente servida para nuestros amables vecinos, empezando por los más “cochitos”.

-Pero volviendo a “Luchito”, este joven universitario, venía decidido, a aprendérmelas “todas de todas”, como solía aclarar, a quienes le preguntaban si también aprendería a jaranear y a galantear a las “jugadoras”.

Bueno, la cosa es que el patita, empezó a redactar, e incluso apoyaba a redactores fogueados ya, en el cumplimiento de algunas comisiones.- “No ,Maestro”, solía decirme.- “Si trabajo con usted, es porque quiero ser un César Augusto”-Y una carcajada compartida remataba el asunto.

Una de esas Navidades en víspera, extendí mis “operaciones”, a los alrededores del “Barrio Chino” y desde luego “Luchito”, marchó conmigo a “mendigar” juguetes, que luego repartiríamos entre los niños más pobres de los pobres.

Nos detuvimos un buen rato, novelando la historia de una pequeña-“Carmelita”, -creo recordar que se llamaba-. Era huérfana total y algunas vendedoras de diarios y loterías, la habían “adoptado”, haciéndole posible que intentara las primeras letras, que otra caritativa maestra, enseñaba por ahí. Lo de la olla, corría a cargo de todas las humildes trabajadoras que nos llamaban “colegas”, en virtud de su condición de distribuidoras de nuestro producto noticioso.

Esa víspera navideña, yo mismo elegí la más hermosa muñequita llorona y adelantando la Pascua, se la entregué a la huerfanita, que la recibió como  ”Si fuera “su hermanita de verdad”, acunándola entre sus brazos, con inocencia inolvidable.

“Luchito”, le sugirió llamarla “Panchita”, nunca sabré porqué. Yo añadí un chocolate de veinte cobres y nos despedimos, rumbo a la chamba .

“Pío” Fernandez Cano, acababa de retornar de Paris, donde había intentado  inútilmente la gloria literaria. Era Jefe de Redacción y me trataba con gran cordialidad, alabando los “Perrocasos”, que adornaban mi exitosa columna “Perro Mundo” de aquellos gloriosos días.

Me felicitó por mi tarea navideña y me encargó las notas de la noche y…el mundo pareció retomar su eterno andar…hasta eso de la medianoche…

“Pío”, bañado en lágrimas, me dio la noticia y me abrazó para evitar que me pasara no sé qué cosa.

El taxi de un borracho, había atropellado a “Carmelita”, causándole la muerte, como si con su orfandad no hubiera sido suficiente su desgracia.

“Luchito”, me hizo coro en el llanto y me acompañó también en el velorio, que aún recuerdo como el más triste de mi vida. Jamás pude entender cómo podía haber sucedido una desgracia así.

Finalmente, el implacable reloj del acontecer   , me separó de “Luchito”. Lo abracé deseándole la mejor de las suertes, mientras yo, marchaba a enrolarme con Don Raúl “El Gordo” Villarán y Guillermo Thorndike, a fundar otro diario, donde no me fue muy bien que digamos y una tarde de esas, me visitó Luchito. Me dijo que se iba a “Gringolandia”, jugueteando con la “jerga” de “Última Hora”. Me abrazó fuertemente y se marchó nomás, no sin antes decirme que “pasara lo que pasara”, jamás se olvidaría de mis lecciones.- “Las periodísticas y de las otras”. me gritó conteniendo las lágrimas.

No hace mucho, tuve noticias de “Luchito”, resulta que trabaja en “The Miami Herald” y se ha convertido en estrella, liderando colectas en favor de los niños pobres-que por allá también  hay.  – Y su más reciente éxito periodístico ha sido bautizado como “Operación Carmelita”. Sólo él y yo sabemos por qué, y…sobre todo, cómo así,  el “Peruanito” sigue recordando mis lecciones. Las periodísticas y “ las otras”,- Dios te bendiga “Luchito.

Seguro que de existir ese Cielo que dicen. Ahí habrá un buen sitio para ti y una estrella grandota para tu vocación de periodista…de los muy buenos. De esos que aún tienen corazón de oro.

Nada, pues. El chico quería ser periodista y…¡vaya que lo logró!

 

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