Ella regresa

 

En realidad, podría ser la historia de cualquiera de nosotros, pero pertenece a un viejo amigo, con el cual, compartimos las emotivas  tablas teatrales y, desde luego, las noches de jarana, allá en los gloriosos tiempos, en los que nada importaba, salvo divertirse, estudiar un poco y debutar en las difíciles alternativas del amor a los quince años.

El citado brother, tuvo un  sonado romance, con una guapa chica, a la cual, todos llamábamos “La reina del barrio”, ya imaginarán ustedes porqué.

La parejita de entonces, despertaba envidias en los menos afortunados, y extrañas predicciones a las medio brujas que siempre asombraron entre Mapiri, Tipuani y La Victoria, tumultuoso escenario del romance que hoy evoco, reviviendo escenas de besitos a escondidas, promesas que el viento se llevó y persecuciones-látigo en mano- de una enojosa bruja que nunca quiso ser y –desde luego no fue-.

Suegra del pata de mis recuerdos.

Pero el tiempo hizo lo suyo y los enamorados de entonces, tomaron rumbos diversos, noviazgos de otra ocasión y boleros de “Los Panchos”, que para siempre, quedaron grabados en la memoria casi inocente del amor que nunca muere.

Lo extraño del caso, es que transcurridos largos años y respectivos divorcios al pespunte, los enamorados de entonces, se siguen encontrando.

Será quizás telepatía, o el embrujo cantado de unos recuerdos que se niegan a morir. Pero cada cierto tiempo, sin telefúnken, ni cita, ellos se encuentran en la misma vieja esquina que vio nacer su romance inolvidable.

Sus miradas se incendian como la primera vez, se besan como siempre y unidos en el contento, se van por ahí, al parque de sus recuerdos, y se aman como debió ser siempre, sin parientes celosos ni pajaritos sin rumbo.

El resucitado ensueño, dura unas cuantas horas.

Él, debe tomar el rumbo de un exigente trabajo y ella, debe retornar a sus obligaciones de mami divorciada a su aún atractiva edad de dama soñadora.

El hecho es, que ese romance no murió nunca y sigue en comidilla de viejas chismosas y motivos de “run run”, para cerveceros muchachones que fueron… y nunca pudieron ser.

El tiempo va girando y el barrio agoniza, entre puertas clausuradas y triste ausencia de los que se fueron. Pero mi viejo amigo, sigue acudiendo a la cita.

Más bien se diría, que vuelve a un encuentro sin fecha, con la chica a la cual nunca dejó de amar y que hoy, al conjuro de una extraña magia, vuelve a sus brazos como si otra vez ella le enseñara los secretos de un baile enamorado.

En vano, los amigos -que aún sobreviven- le dicen a este “cirio” del ayer, que todo es inútil, que cómo va a ser posible que sin cita prevista, el vuelva a encontrarse con su amada. Él persiste en su secreto brujo, pues está seguro de que pase el tiempo que pase y  los matri-divorcios que se interpongan, puede apostar doble contra sencillo que esta tarde…como siempre… ella viene con su caminar gracioso y su espléndido sonreír de los lejanos quince años. ¡Suerte para los dos, como cuando eran casi niños que iban dejando de ser!

 

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