Es tiempo de pensar con la cabeza y no con el hígado

 

El país sigue enredado y quienes tienen la palabra para librarlo del atolladero no saben qué hacer. Los discursos van y vienen, pero no aciertan en lograr una solución. Quizá aquello de sugerir la salida de todos, sea la más cercana a las demandas de la ciudadanía. Adiós a la incertidumbre, fin a la violencia, el retorno a la calma, son algunas de las posibilidades, siempre que prime la sensatez. Esto, sin embargo, colisiona con el accionar violentista que se observa desde los dos extremos del alineamiento político. El terrorismo tiene varios rostros y resulta siendo el mismo en el fondo, por el terrible daño que le están haciendo a la nación.
Un paso importante, dadas las circunstancias, sería convocar ahora mismo al Acuerdo Nacional, sin ánimo de hacer asambleísmo ni tampoco predicamento alejado de la realidad. Todo lo contrario, porque le corresponde llevar una voz orientadora, que podría ser determinante si quienes tienen oídos para escuchar no caen en la necedad de hacerse los sordos.
Claro que esto no es suficiente. La tarea de más grande de lo imaginado. Desde hace tiempo, otras instituciones caracterizadas por la seriedad de su labor, realizan estudios, reflexiones, discusiones críticas, análisis escrutadores, en el objetivo patriótico de discernir, desde la perspectiva ciudadana, las causas, la profundidad y el alcance de la crisis actual… Esto es lo que pienso, esto es lo que creo.

 

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