Eviten el camino equivocado. Salven a la democracia

 

Aún estamos caminando entre tinieblas, en esa búsqueda de encontrar esa luz que, cual divina aparición, nos lleve al mundo feliz de una sociedad, cuya existencia tenga los sustentos de una verdadera democracia. Hay quienes, sin embargo, que marchan en retroceso, como los cangrejos, tratando de destruir lo poco bueno que existe institucionalmente. Asimismo, están aquellos que, como las tortugas, andan lentamente en las iniciativas tan necesarias para constitucionalizar un país donde realmente se respete la dignidad de la persona humana, en todo el sentido de la palabra. Y, del mismo modo, los otros que consideran que la violencia física nos llevará a la tierra prometida. Equivocados todos, sin duda. Ignoran la experiencia del ayer vivido en los países desarrollados, donde la democracia es palabra sagrada. Viven alucinados por sus respectivos fundamentalismos. No me atrevería a decir que, a lo mejor, no pasan de ser alquilones o simplemente sicarios, a los que el diálogo social les apesta.

A estas alturas de la vida y después de tantos infortunios políticos, sería bueno hacerles recordar que una democracia política, por muy imperfecta que sea y que viene a reemplazar a una dictadura, ya es una victoria importante, sobre todo para quienes permanecen en el olvido, la marginación o el abandono. Ella, sin embargo, es un primer paso, un comenzar auspicioso, pero apenas un paso, que se da en dirección de la construcción de una verdadera democracia, a través de la participación libre, responsable de las personas y de las organizaciones, de abajo, del medio, y de arriba, que tienen sobre sus espaldas la representatividad de quienes son sus representados, en la gestión de la vida, ya sea económica, política y sobre todo social. Una participación que permita ejercer una auténtica influencia sobre la evolución de la sociedad civil.

Hasta donde he logrado percibir la democracia ciudadana que se anhela, debe centrarse en el ser humano, con su dimensión social y personal, que debe poder realizar el crecimiento económico orientado a satisfacer las necesidades esenciales de la persona humana y grupos populares y al mejoramiento de la calidad de vida, debe promover el pleno desarrollo educativo y cultural de todas las capas de la sociedad.

El disfrute de esta sociedad es factible. Es un derecho que se reclama ante el peligro que significa el totalitarismo económico y el totalitarismo político, que se parecen porque ambos esclavizan al ser humano. Es lo que pienso, es lo que creo.

 

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