¿Ha muerto el genio?

 

La sorprendente vida del sabio astrofísico Stephen Hawking acaba de apagarse, como se eclipsan esas estrellas que en su postrer fulgor se despiden del ahora, dejando a los humanos un certero testimonio de la fugacidad del todo.

Esta deslumbrante mentalidad, comparada con Newton-cuya cátedra ocupó en una importante universidad- y estimada como “un paso más allá” de Albert Einstein- formuló asombrosas teorías acerca del universo que habitamos, diseccionando el “Big Bang” y confesando su asombro en torno a los “Hoyos Negros”, inexplicables espacios capaces de devorarlo todo y transportarlo hacia un extraño tiempo-espacio, que quizás, sea el “otro mundo” de la anti-materia.

Diagnosticado a muy temprana edad, de una inclemente “esclerosis lateral”, que lo excluía del movimiento muscular y lo condenó por siempre a la esclavitud de una silla de ruedas, jamás dejó de pensar y proclamar “la alegría de vivir”, señalando que jamás tuvo miedo de morir, ” aunque tampoco sentía prisa por llegar a la meta final…pues tenía muchas cosas que hacer”.- Entre otras, quitarle la esposa a su médico de cabecera, “porque así son los genios, con respecto a la ética de todo el mundo”.
Por algo, el también genial Orson Welles, acuñó esa solemnidad que los “periodistas de raza”, solemos citar jocosamente “”Entre el genio y la locura…la hoja mellada de un cuchillo”.

-Hawking, solía afirmar: “no hay lugar para Dios, en la inmensidad del universo”-y además, se refería a los credos religiosos-todos ellos- y a la ilusión de un prometido paraíso, afirmando irónicamente: “se trata de cuentos de hadas para mayores”- y nada más.

Sin embargo, cuando se le preguntaba por los orígenes de la especie humana y su asombrosa –y extraña- evolución, se confundía en complicadas hipótesis, que superaban a Darwin y convertían en pacharaca burla el predicamento de las numerosas capillas que consuelan nuestra insignificancia. En suma, afectaba no creer en Dios, pero…”sospechaba la existencia de una energía superior e inexplicable, que de alguna manera, regía el equilibrio del Cosmos”.

-Modestamente, yo- que felizmente no me creo un genio, ni cosa aproximada- sospecho algo parecido, aunque a veces, la tristeza o la confusión, me impulsan a creer en Dios…que a lo mejor, resulta existiendo y Hawking, lo estará comprobando ahorita mismo.

A la par con este admirabilísimo pensador, algunos seres humanos, que han meditado profundamente al respecto, afirman que resulta absolutamente inútil, temer a la muerte, ya que, tarde o temprano, el ocaso llegará para todos.

Así las cosas- y respetando profundamente la fe de cada quién- digo yo, que podríamos elegir entre el aforismo que plantea-“Después de la muerte…solo nos espera la Nada…o la compasión”.

Y la cínica y oportunista sentencia cartesiana que aconseja: “Creamos en Dios…porque si existe…lo habremos ganado todo. Y si no existe, pues…no habremos perdido nada”.

-De cualquier modo, los que a nuestro estilo creemos “en un Dios”, despidamos al genial escéptico Stephen Hawking, elevando una oración, por su extraño espíritu y confiemos en que la gente inteligente, lo recordará por siempre, como alguien que nos enseñó a pensar por encima de todo ,impulsándonos además, a atrevernos a ser nosotros mismos.

El genial Hawking, quizás ahora, estará enfrentando una Verdad en la que jamás creyó, o comprobando que es la Nada, lo que no existe, en tanto la compasión, es un increíble milagro que vibra más allá de toda mentira.

 

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