Iglesia peruana: Pederastia, desalojo de Quilca y otros temas

shadow

 

Esta columna no suele sumergirse en temas tan intensos como estos, pero la coincidencia de dos asuntos que nos dejan un mal sabor de boca a muchos feligreses católicos de Lima y del Perú, hacen propicio dar una mirada retrospectiva a algunas realidades que hoy nos vuelven a hacer sentir ajenos a una institución que debería congregarnos y no disgregarnos: la Iglesia católica peruana.

Este columnista es un hombre vinculado a la Iglesia, tanto por formación como por experiencias, que incluso tuvo la suerte de trabajar varios años en su apostolado y hasta creyó sentir el “llamado” a las filas sacerdotales, aunque finalmente no haya sido su camino. Guarda buenos recuerdos de su breve periodo en un seminario, y años dedicados a la catequesis de jóvenes y de familias en realidades tan distintas a la limeña, como las comunidades campesinas de San Martín, en la selva.

Asimismo, he tenido la suerte de conocer a sacerdotes ejemplares, misioneros, generosos y claro, también he visto parcialmente el sello de esta moneda. Lo que tristemente se intenta “barrer” bajo la eclesial alfombra. Está muy próxima a estrenarse en cines locales la película Spotligth (o como se ha titulado en castellano En Primera Plana) que aborda la investigación periodística del Boston Globe sobre los casos de pederastia cometidos por sacerdotes en esa ciudad norteamericana, uno de los mayores focos del catolicismo en los Estados Unidos.

Spotligth es candidata al Óscar a Mejor Película, y resulta de visión imprescindible para los católicos de verdad, aquellos que comprendemos que la Iglesia como institución humana, divinamente inspirada, tiene sendos errores, y hay mucho por reparar. Los tropiezos de la Iglesia son históricos, como también lo son los esfuerzos por enmendar ese camino, y hoy se vive justamente el gravísimo problema de la pedofilia. ¿Existe en el Perú?

De eso no hay ni la menor duda. Basta querer escuchar. Hay casos por todos lados. Incluso la prensa muchas veces ha intentado hacer eco de varias de estas denuncias. Sobresale en estos días el libro Mitad monjes, mitad soldados de los colegas Pedro Salinas y Paola Ugaz (donde se pone en la picota al Sodalicio de Vida Cristiana), una de las comunidades que ostenta mayor arraigo, sobretodo en un grupo de élite, en la población católica del Perú.

Es curioso, que una congregación bastante semejante, como es el Opus Dei (de donde proviene vocacionalmente el Cardenal Juan Luis Cipriani), haya sido durante muchos años blanco de acusaciones parecidas, aunque claro sin las determinantes pruebas que pesan sobre el miembro del Sodalicio Luis Figari (hoy investigado en El Vaticano). Este columnista conoce de estudiantes de los colegios de la llamada Obra, testimonios sobre conductas de clérigos que lindaban en la pedofilia.

Me cuesta pensar que un hombre de la inteligencia del Cardenal Cipriani no esté documentado de estas denuncias, así como los atropellos cometidos contra niños y niñas de provincias. Hay denuncias hechas contra miembros del clero, como el obispo de Ayacucho Gabino Miranda, quien habría violado a un niño y hasta fue sancionado por el Vaticano en el 2013. Un caso que la máxima autoridad de la Iglesia en el Perú intentó, en un inicio, suavizar. Es claro, por lo menos para este periodista, que al hombre que lidera a los católicos peruanos no le parece primordial la lucha contra la pedofilia en la Iglesia, o por lo menos hacerla pública.

El mancillar la inocencia de un niño merece una investigación pública, un juicio abierto y una pena carcelaria. Lo otro suena a “secretismo”, complicidad, desgaste. Atacar a la comunidad homosexual no parece quitarle el sueño al Cardenal Cipriani, pero aparentar blandura con violadores de niños sí se lo permite. Indignante. La película Spotligth revela cómo de una decena de denuncias se terminó descubriendo más de cuatrocientos casos de pedofilia eclesiástica, sólo en Boston. Hasta se habló de una estadística matemática que más o menos inmiscuía al 7 % de la población sacerdotal de un territorio determinado. Da miedo hacer números en el Perú, ¿cuántos casos hay y siguen habiendo? Somos conscientes que muchos niños callan por vergüenza o amenazas de los perpetradores, somos conscientes que estos depredadores atacan a pequeños de todas las realidades. Cipriani es consciente que en los hogares cristianos de nuestro país les enseñan a los niños a no estar a solas con un sacerdote, pues puede ser un potencial depravado.

Ese es el daño, la imagen de la Iglesia se ha visto afectada por la globalización, se les ha obligado a mirarse de cuerpo entero, y ahora ya no caben excusas gaseosas como Dios castigará. Dios nos da discernimiento, y los responsables están aquí en la tierra, aquellos que pudiendo combatir estos flagelos prefieren hacer una suerte de “espíritu de cuerpo”. Monseñor Cipriani acaso usted está dentro de este grupo que prefiere mirar hacia otro lado.

Usted es noticia, no por ejercer su autoridad contra estos malos sacerdotes, una actitud que quizás podría hacernos olvidar la triste sensación que tenemos con su persona, la de un pastor impuesto a la fuerza e impopular. Usted es noticia por haber clausurado el emporio de libros en Quilca, un lugar de reunión de mentes jóvenes, artísticas, expresivas, que prefieren la cultura a la violencia. Cardenal, como casi siempre, usted es “mala noticia”.

Foto: La Mula

 

Leave a Reply