Jimenita y el Monstruo de la Bicicleta

 

Los medios de comunicación frecuentemente necesitan respuestas fáciles, rápidas; soluciones simples para problemas complejos. No puede ser de otra forma, pues la capacidad de atención de las personas, así como el tiempo en que están vigentes las noticias, reclaman recetas inmediatas. Y como a la sociedad la moldean los medios a placer, le sucede lo mismo. La ventaja de este modo de proceder es que fácilmente quedamos tranquilos cuando un gurú da su opinión. La desventaja es que pecamos de superficiales y, efectivamente, las soluciones fáciles y rápidas suelen ser también equivocadas, sin embargo, dado el breve tiempo en el que están en el escaparate, es fácil que no nos demos cuenta, hasta que, nuevamente, vuelva a ser noticia el problema irresuelto o mal resuelto del pasado.

Algo semejante puede suceder con el lamentable caso de Jimenita y el “monstruo de la bicicleta”. La sociedad justamente indignada ha reaccionado, y la ola general de indignación ha cuajado en marchas, tormentas en la red, una gran gama de opiniones, algunas rápidas, peregrinas, y otras que rayan en la estupidez o en el abuso oportunista. Es triste que haya personas ideologizadas que quieran aprovechar una desgracia, como la muerte de Jimena y “jalar agua para su molino”.

Ahora bien, esa rapidez y consecuente superficialidad de las respuestas, que da lugar ocasionalmente a auténticas tonterías, impide llegar a la raíz de los problemas produciendo una dolorosa ceguera social. No se sabe si esa ceguera es inconsciente o culpable, dependerá según los casos. Pero casos como el de Jimenita deberían llevarse hasta sus últimas consecuencias y es lamentable que toda una sociedad no tenga capacidad de autocrítica o simplemente se quede tranquila con una autoflagelación estéril y una crítica errónea.

Así, vemos que una gran mayoría buscan la solución visceral: pena de muerte. Otros, sirviéndose de una lógica incongruente, encuentran que el aborto sería la solución (de forma que la víctima añade al trauma de la violación el del aborto, mientras el violador se queda tan campante. Quizá pueda decirle a su próxima víctima mientras la viola: “no te apures, que puedes abortar si quedas embarazada”). Inteligente solución que deja impune al agresor, despojándole además de parte de la responsabilidad de las consecuencias de sus actos. Otros encuentran en casos patológicos como este la justificación de un feminismo enfermizo que odia la maternidad y a los hombres.

¿Por qué nadie cuestiona el modo de vida de la sociedad?, ¿Porque es más cómodo, porque está prohibido o porque no se les había ocurrido? ¿Es verdad que nadie se da cuenta de que estamos simplemente cosechando lo que hemos sembrado? ¿Qué fruto puede esperarse de una sociedad erotizada, hedonista y masivamente comunicada? ¿Por qué persistir en ofrecer soluciones técnicas a problemas morales? Se habla de educación, pero si la educación sexual se reduce a enseñar que el preservativo impide ETS y embarazos (habría que ver su porcentaje de eficacia, que no se suele enseñar), la consecuencia es que el “violador civilizado y profesional” usará uno para no causar más males a su víctima.

Por un lado queremos una libertad irrestricta en el ámbito sexual, hemos eliminado los límites culturales que enmarcaban el ejercicio de la sexualidad, rechazándolos como muestra de atavismos primitivos y tabúes superados. Estupendo, pero asumamos las consecuencias. Es lo mismo que sucede, por ejemplo, con los asesinatos en colegios de EE.UU. No podemos escandalizarnos mientras el comercio de armas sea libre en la sociedad; de igual forma, no podemos extrañarnos de que una sociedad permisiva sexualmente produzca enfermos sexuales; es más, deberíamos extrañarnos si no los hubiera. Si queremos llegar a fondo en el caso de “Jimenita y el Monstro de la Bicicleta”, deberíamos por lo menos tener un mínimo de autocrítica y reconocer que es un fruto de nuestra sociedad libertina e hipersexualizada. Si queremos comenzar a erradicarlo, debemos ser capaces de tomar medidas que cambien nuestros hábitos culturales. Si no estamos dispuestos, el escándalo por tan doloroso crimen, no para de ser superficial.

 

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