Jóvenes y señoritas

 

En nuestro tiempo nadie llamaría señorito a un soltero, salvo en broma, como quien dice hijito de papá. Es una figura retórica.

En cambio señorita -como tratamiento de cortesía para la mujer soltera- es un ejemplo de expresión sexista al revés, porque no quita sino da, es un vocablo grato, cordial, jamás ofensivo.

Lo malo es que por estar devaluado ha perdido su discreto encanto.

Esto no ocurre con el francés mademoiselle o el italiano signorina, y conste que son lenguas romances al igual que nuestro idioma.

Una diferencia está en que en francés a la mujer adulta se le dice señora (madame) si se desconoce el estado civil; mademoiselle es exclusivo para la soltera, la jovencita, y sobre todo… para Coco Channel.

La más famosa “mademoiselle” es la inolvidable Gabrielle Channel, la diseñadora francesa cuyas ideas siguen frescas pese al siglo transcurrido desde sus inicios en la moda.

Independiente y pertinaz incumplidora del establishment, reacia al matrimonio aunque vivió sus romances a plenitud. También renovó la moda femenina dándole un cierto aire masculino y de opulenta simplicidad.

Palabra muy agradable al oído es mademoiselle, nombre adoptado por una conocida revista de actualidad con énfasis en moda femenina, y que incluye además artículos y narraciones breves de escritores renombrados.

En italiano, “signorina” se aplica a la soltera y a la mujer muy joven. También connota un sentido de lo bello.

En “Buonasera signorina” canción de Adriano Celentano, resalta la sonoridad armoniosa de esta palabra. Por algo la eligió el diseñador de calzado exclusivo y de accesorios, Ferragamo, para su perfume emblemático; también da nombre a negocios de todos los giros asociados con belleza y estilo.

En el mundo latino, la palabra señorita se emplea como una forma de halago al sugerir la idea de juventud; también para evitar el error protocolar de llamar a una mujer señora sin conocer su estado civil.

En el ámbito corporativo, es el término de cortesía con que se dirige a una mujer que usa su propio apellido sin relación alguna con su edad, tenga hijos o no.

Pero en el habla común ha calado, al menos en nuestro país, la costumbre de usar la palabra señorita en remplazo de un vocablo específico para ocupaciones diversas. Un sustantivo comodín.

A la dependienta, la operadora, la cajera, la camarera, la vendedora, la secretaria, la asistenta de la secretaria y así, de nunca acabar porque la mujer está presente en todas las actividades.

Una consecuencia de esta mala costumbre se llama pobreza de lenguaje, hablantes que poseen un vocabulario limitado o que, simplemente, han terminado por aceptar la dictadura de la costumbre.

Por el contrario, la palabra señorito desapareció del habla casi sin dejar huella. ¿Quién llamaría así a un vendedor o al cobrador del micro? No, en tal caso el comodín es “joven”.

Joven es cualquier varón hasta que adopta vestuario de ejecutivo; es entonces cuando pasa a convertirse en señor. No es el estado civil sino el traje el signo principal de señorío.

Veamos los usos que los hablantes les dan a estas dos palabras y que son recogidos por el diccionario de la RAE.
“Señorito/ta :
Hijo de un señor o persona de representación (Masculino y femenino)
Amo, con respecto a los criados (Masculino y femenino)
(Coloquial) Joven acomodado y ocioso (Masculino)
Término de cortesía que se aplica a la mujer soltera (Femenino)
Tratamiento de cortesía dado a maestras de escuela, profesoras, otras mujeres que trabajan en (…).

Acá sigue una relación que no consignamos porque es de conocimiento general. Solo que no es “tratamiento de cortesía” sino algo bien diferente: Diría que es un sustantivo usado para remplazar a la denominación específica de puestos de trabajo desempeñados por mujeres.

El término está devaluado a causa del facilismo, ha perdido su glamour, como algunos dirían, ya fue.

 

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