La cocaína en Lima

 

Bien puede decirse y con acierto, que nunca se sabrá a cuántos mató la cocaína en Lima. Desde que el blanquecino polvillo estimulante, invadió las altas esferas sociales e intelectuales de esta Lima, los “niños bien” se sintieron al margen y por encima de cualquier prohibición legal, o dispositivo policíaco que reprimiera el uso y abuso de clorhidrato de cocaína.

Es más, muchos “infartos al miocardio”, o “ataques al corazón”, convenientemente enmascarados por “el médico de la familia”, han hecho imposible y para siempre, documentar un fúnebre recuento, de personajes muertos por sobredosis, en noches de paraíso artificial y desenfreno de sexo.

Hace algunos años, quienes participaron de la última festiva noche de Margueritte Mitchelle (joven norteamericana que -al parecer- “se pasó de vueltas”), tuvieron “la mala fortuna” de hacer debut en la página policial, justo en momentos en que el periodismo indignado exigía la verdad en torno a la “misteriosa” muerte de Marita Alpaca y la investigación a fondo de los malos policías que favorecieron la fuga de un directamente implicado en el tenebroso asunto, otorgándole cuatro días de confusión y ventaja, para que saliera cómodamente por el comentado Aeropuerto Internacional.

AYER CAPRICHO…HOY, TRANSNACIONAL DEL VICIO

Pero, lo que ayer, fuera tildado de “capricho social”, “dilenttantismo”, “snobismo”, o “hedonismo intelectual”, trascendió estas doradas barreras, ante la decadencia del opio y la heroína, para convertirse en sustento de una gigantesca transnacional del vicio, capaz de comprar flotas enteras de embarcaciones marítimas y aéreas, cadenas de hoteles, bancos de cobertura internacional y, en fin, una isla, como la que fue incautada al narcotraficante Carlos Lehder, que hoy, purga cadena perpetua , luego de aparentemente ser delatado por sus competidores, de los “cárteles de Cali y Medellín, en otro tiempo controlados por Pablo Escobar.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), otorga al clorhidrato de cocaína, el calificativo de “placer que mata”, precisamente, por su frecuente asociación a la ingesta de alcohol, su tremenda capacidad de diluir los “frenos morales” y… su aceleración del ritmo cardíaco, que, en ciertos casos, desplaza humores líquidos, los mismos que eventualmente terminan aprisionando mortalmente los pulmones.

LA CASA DE “LA TÍA RAQUEL”

Hacia 1965,”todo Lima”, sabía de las actividades de Raquel Benavides, dama de antigua belleza y grandes vinculaciones con los más altos niveles de la policía, la intelectualidad y esa cierta “aristocracia”, de la cual en pasado tiempo, presumió Lima.

“La Tía Raquel” era, por entonces, sin discusión alguna: ”La Reina de la Noche”.

En su amplia residencia, se daban cita, noche a noche, encumbrados personajes, deseosos de aliviar las altas tensiones, o sedentes de un cierto “esparcimiento”, con bellas y jóvenes mujeres, que, por lo general, llevaban una doble vida.

Durante el día, eran recatadas y discretas. Pero, el anochecer, operaba en ellas, una suerte de desdoblamiento, que las convertía en sonrientes y seductoras cortesanas, que, previa llamada telefónica a “Doña Raquel”, esperaban un automóvil conducido por un “caballerete” de finas maneras, apodado “La Cigüeña”, el mismo que, haciendo honor a su apelativo, recogía a “las bebés”, para conducirlas al goce de la noche, amenizada por la música, los tragos y la cocaína, que ya para entonces (años 60´s), había ganado otros escenarios, más a causa de la abundancia del producto (El Perú ya disfrutaba la triste fama de ser el primer productor de coca a nivel mundial), que a la facilidad de adquirirla, precisamente.

La calidad de los huéspedes de “La Tía”, llegó a ser de tal nivel, que cuando, anciana ya, debió comparecer ante los tribunales de justicia, el ingenio popular aseguraba  que pudo responder a uno de sus juzgadores: ¿Cómo? ¿Ya no te acuerdas de dónde quedaba mi casa?… En fin, anécdotas al margen, Raquel Benavides fue condenada por tráfico ilícito de drogas, sólo al final de su larga carrera como “Reina de la Noche” y sólo pasó un par de años presa, alternando la prisión con las clínicas de lujo. Ni uno solo de sus clientes, ni una sola de sus “mariposas”, debió afrontar los sinsabores de la pesquisa policíaca, o los maltratos de la cárcel.

Así es la vida. ¿Hacia dónde se fue Doña Raquel? Aquí como en toda leyenda, las opiniones se dividen para esclarecer el final… Para unos, murió en olor de oscuridad, pero para otros… ella continúa y dicen que deleitándose, con una novela que relatara la historia de algunos super narcos, que por algo será de su predilección.

En fin. Como todas las leyendas, ésta quizás siga existiendo en la memoria invicta de Don Rafael, enjundioso inquilino del  “Canevaro”, que mezcla una gastada sonrisa con cierto travieso lagrimón, para mostrar dos pasos de tango que lo hicieron el bailarín más solicitado de aquellas noches, esas del “Botecito” y “una, dos y tres… que paso más chévere”… que aún viven en su mente. Haya paz en sus recuerdos.

 

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