La educación afectivo-sexual en los valores

 

La educación afectivo-sexual en los valores

«Si de noche lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te permitirán ver las estrellas…» R. Tagore.

A continuación pretendemos mostrar una visión panorámica del tratamiento dado a la sexualidad humana en nuestros días, así como ofrecer algunas pistas que nos orienten en la búsqueda de posibles soluciones.

Por todos es bien conocida la situación que enfrentan nuestras sociedades, sumergidas en un rápido y al parecer inexorable proceso de globalización o más bien de «homogeneización», en el que en aras de un «progreso» que se nos pinta como única vía para alcanzar ese «estado de bienestar y felicidad» al que todo ser humano aspira, se nos terminan imponiendo esquemas de pensamiento, modelos de conducta y estilos de consumo e influencias negativas a las que la sexualidad no ha escapado.

A principios del presente siglo comenzó a gestarse un fenómeno de profundas connotaciones, la llamada «revolución sexual», proceso limitado en sus inicios a una pequeña élite de intelectuales, principalmente formada por escritores como D. H. Lawrence, Oscar Wilde, Andre Gide entre otros; científicos como Havellock, Yon Krafft Ebing (autor de Psychopathia sexualis y padre de la sexología moderna) y S. Freud, así como algunos filósofos como Marcuse.

La sexualidad al estar en todo ( música, filmes, revistas, libros, telenovelas, comerciales) y mediarlo todo, se hace nada, se banaliza. Ocurre entonces que las relaciones interpersonales, experimentan un notable empobrecimiento, al punto de muchas veces no pasan de relaciones «inter-individuales» en las que cada uno de los miembros de la pareja (si es que puede a este tipo de unión dársele tal calificativo ), instrumentaliza a su compañero. Ambos se «usan» mutuamente para satisfacerse a sí mismos. En tal contexto, al disociarse el amor de la sexualidad no se le da cabida al compromiso, cerrándose por ende a «ataduras» tales como el matrimonio y la fertilidad y sucediendo lo que nuestro Santo Padre ha manifestado en la Evangelium vitae (no.23): «la procreación se convierte en el enemigo que es preciso combatir a toda costa y como sea».

En la raíz de todos estos fenómenos se encuentra el profundo vacío axiológico, o sea de valores, que sufre el ser humano contemporáneo; quien al carecer de significados de orientación, de referentes éticos; se muestra confundido y desorientado. Al ignorar el verdadero significado de la sexualidad, le da el sentido que se le antoja, el que él cree más adecuado, aceptando sin cuestionamientos los «sentidos» que se le imponen desde fuera. Los criterios de comportamiento se rigen entonces por huecos procesos heterónomos, entre los cuales se encuentran por una parte el «sociologismo moral», según el cual lo normal no es lo que dice la norma, sino lo que dice o hace la mayoría. Lo «normal» así planteado es entonces «lo bueno» y por tanto lo deseable e incluso exigible. Ejemplo típico del sociologismo moral lo constituyen los criterios que predominan acerca de las relaciones sexuales prematrimoniales. Otro de estos procesos a que hacemos referencia es el «legalismo moral», según el cual ante una determinada situación se razona que si la ley lo permite, lo favorece o simplemente no hay ley que lo prohíba, es bueno o por lo menos «no es del todo malo». Ejemplos clásicos de este caso son las opiniones sobre el aborto y la anticoncepción. Bajo el influjo de estos procesos se conforman los antivalores dominantes que permean a nuestra maltrecha aldea global.

A continuación trataremos el tópico de la educación sexual, de la cual existen unos cuatro enfoques básicos bien distinguibles, los cuales bosquejaremos:

Educación sexual de enfoque higiénico sanitario

Su objetivo se reduce a garantizar el uso higiénico de la función sexual, o sea la prevención de las enfermedades de transmisión sexual y otras sexopatías, lo cual no es malo en sí mismo. En no pocas ocasiones este enfoque incluye como punto central la anticoncepción y el aborto en «determinadas situaciones en las que el embarazo ponga en peligro la salud física o psíquica de la mujer,» definición bastante vaga e imprecisa que justifica estas conductas en prácticamente todas las situaciones, al mismo tiempo que coloca a la vida par nacer en el mismo nivel de las enfermedades de transmisión sexual, de las cuales en ambos casas es preciso protegerse o deshacerse. El aborto y la anticoncepción son males intrínsicamente graves. Esto es, siempre están mal en toda circunstancia y por cualquier motivo. Pretendiendo ser neutral (alegando que todo contenido científico es y debe ser «neutro»), se limita a impartir mera información científica sin referencia alguna a otras dimensiones esenciales de la sexualidad como la sicológica, la socio-cultural, la espiritual y la ética. Es por lo tanto una visión reduccionista, simplista y dañina del complejo fenómeno de la sexualidad humana.

Educación sexual con enfoque hedonista

Su objetivo consiste en tratar de lograr que la persona alcance una plena «libertad» en el carnpo de la sexualidad liberándose de todo tipo de ataduras morales, religiosas así como de «prejuicios y tabúes culturales», los que, según este enfoque, limitan y esclavizan al ser humano. Los defensores de esta postura llegan a catalogar como perfectamente normales e incluso a reclamar como «derechos civiles» ciertos comportamientos (pornografía, permisivismo, erotismo, bisexualismo, homosexualismo y sus múltiples variantes). El sexo es objetivado, esto es, convertido en objeto, y donde el sexo se objetiviza, necesariamente se objetiviza a la persona misma.

Educación sexual con enfoque antropológico-cultural

Parte de la base que las normas que regulan las costumbres y las conductas sociales son determinadas por la sociedad en una situación socio-histórica, cultural y política determinada, por lo que pueden y son cambiables ante una nueva situación concreta. Ello, como es de suponer, trae como resultado el relativismo ético. Su lado débil es que se fija en las normas, las que son hasta cierto punto cambiables, sin acentuar los valores que las fundamentan; los cuales son más estables, universales y consistentes Estos son la justicia, la paz, la solidaridad y el respeto a la dignidad de todo ser humano, por sólo mencionar algunos.

Educación sexual con enfoque personalista

Es el modelo al cual debemos tender. Su objetivo consiste en desarrollar una sexualidad madura que integre sus múltiples dimensiones, buscando la realización armónica de la persona concreta.

La educación ética significa formar a partir de los valores. Donde no hay valores no hay verdadera educación. Puede haber instrucción, entrenamiento, pero nunca educación. Es preciso tener presente que los valores no se enseñan ni memorizan, sino que se transmiten, se contagian, se demuestran. Educar en los valores no significa pues, enseñar un conjunto de fríos contenidos ni dictar manuales de entendidos en la materia. No se trata de dar grandes listados de recetas, fórmulas y principios teóricos abstractos, error en el que no pocas veces incurrimos. La educación afectivo-sexual en los valores consiste en ir despertando y alimentando la sensibilidad, el sentido ético. Esto es, la capacidad para captar los valores, capacitando al sujeto para el discernimiento en situaciones reales y concretas ante las cuales se verá en la vida.

Mediante esta educación sexual se deberá propiciar el descubrimiento del significado antropológico y teológico pluridimensional de la sexualidad humana, de modo que la persona sea capaz por sí misma de encontrar en su sexualidad un conjunto de sentidos existenciales; los cuales, desde la libertad como realización de la verdad en la responsabilidad, contribuyan a su realización y plenificación humana, única fuente de la verdadera felicidad.

Por el Dr. Aldo Miguel Santos Hernández voluntario de Pro-Vida en Holgúin, Cuba.

 

Leave a Reply