o es novedad lo profundamente frustrados que están muchos consumidores con las noticias tal y como se presentan hoy en día. En Estados Unidos, esto es especialmente cierto para los conservadores, que se sienten desconectados de los medios tradicionales y han abandonado las fuentes de noticias locales y nacionales a favor de Fox News y otras alternativas.

Pero no son los únicos que se sienten olvidados o incomprendidos por el periodismo. Inmigrantes, afroamericanos y otras comunidades también se alejan de los medios de comunicación tradicionales y recurren a amigos y familiares, medios étnicos e influencers para llenar el vacío.

Estos problemas pueden parecer insolubles, y los posibles remedios pueden parecer obvios en teoría pero difíciles de aplicar en la práctica: “¡Tu contenido debe ser inclusivo! ¡Escucha más! ¡Diversifica tu redacción”. Estas recetas, sin embargo, se pierden en el caos cotidiano de las crisis económicas y las pandemias.

Si bien este escenario es familiar y desalentador para numerosas redacciones, no es inevitable, tal y como Sue Robinson y Patrick Johnson ilustran en su artículo “Remediando daños mediante prácticas centradas en el cuidado: cómo los periodistas pueden atender a comunidades desconectadas”.

Es cierto que hoy por hoy hay mucho periodismo desdichado —basta con ver las cifras de despidos en los medios de comunicación en enero, solo en Estados Unidos—, pero Robinson y Johnson ofrecen un convincente baño de optimismo basado en evidencias, al menos cuando se trata de captar de qué modo los periodistas podrían aprender a escuchar y a comprometerse de forma más proactiva, y por qué hacerlo podría conducir a periodistas “más receptivos, flexibles y empáticos con el público”.

Los investigadores querían saber, en primer lugar, qué es lo que las personas desvinculadas de la información general necesitan de los periodistas para estar dispuestas a comprometerse con una marca de noticias, o incluso a suscribirse a ella. En segundo lugar, utilizando las sesiones de escucha en combinación con encuestas de seguimiento, los investigadores querían entender cómo las personas desvinculadas sienten que los periodistas pueden “causar, aliviar o negociar de otra manera el daño en sus comunidades”.

Las respuestas que Robinson y Johnson escucharon les llevaron a sugerir la “ética del cuidado” como un camino a seguir para el periodismo: “La ética del cuidado ofrece un marco moral que da prioridad a la satisfacción de las necesidades de todos a través de un acercamiento y un cuidado intencionado y activo”. En esencia, ¿cómo pueden los periodistas rectificar realmente los sentimientos de perjuicio presentes entre los miembros desvinculados de la comunidad?

Volviendo a la primera pregunta de la investigación (¿qué necesita la gente de los periodistas?) vieron, por ejemplo, que los conservadores consideraban que el creciente uso del lenguaje “woke” por parte del periodismo era un sesgo progresista y, por tanto, un rechazo automático de sus valores. A los participantes de color, por su parte, les frustraba que los periodistas rara vez se tomaran el “trabajo” de comprender a sus comunidades y retratarlas de forma matizada e integral. Pero el sentimiento general era el mismo para ambas partes: casi todo el mundo sentía que su grupo estaba siendo sobregeneralizado, infrarrepresentado y descrito de forma negativa.

Como explicaron Robinson y Johnson, “los periodistas tienen que ser cuidadosos con la elección de palabras y el encuadre para evitar el uso de un lenguaje polarizador y de estereotipos; deben esforzarse por garantizar que se incluyan muchas voces diferentes; los periodistas tienen que producir historias más positivas que reflejen culturas e ideologías; y los periodistas tienen que asociarse con personas de las comunidades a las que sirven para producir contenidos más inclusivos”.

Sin embargo, todos los participantes coincidieron en pedir a los periodistas que fueran más positivos (aunque, como observaron los reporteros, esas historias no tienen el mismo número de clics que las noticias negativas), que evitaran generalizar citando a “la persona más ruidosa de la sala” como representante de grupos e ideologías, y que se preocuparan por los problemas y las personas que les importan.

Robinson y Johnson concluyeron: “Nos quedó claro que todos los miembros de la comunidad, sea cual fuere su extracción ideológica, anhelaban una práctica periodística más basada en el cuidado que reflejara estos cinco valores [extraídos de la ética del cuidado de Joan Tronto]: atención, responsabilidad, competencia, capacidad de respuesta y solidaridad”.

Todos son importantes, pero quizás el más útil de esos cinco elementos en lo que al periodismo atañe, dicen los autores, sea el cuarto. La capacidad de respuesta supone “asegurarse de alinear la práctica del cuidado con las necesidades reales del individuo o de la comunidad. En otras palabras, el “cuidador” no debe asumir que todos los tipos de cuidado son beneficiosos o iguales. Lo que es cuidado para una persona puede ser dañino para otra”.

Esto puede resultar difícil cuando diferentes miembros de la comunidad definen el cuidado y el daño de manera distinta, pero los periodistas pueden claramente superar este escollo. Por ejemplo, evitando el lenguaje polarizador al dejar de lado el binario “izquierda-derecha” o “demócrata-republicano”, y desarrollando relaciones más y mejores con distintos sectores de sus comunidades, construidas en base a la atención.

Simplemente se trata de empezar a escuchar.

De hecho, Robinson y Johnson dicen que “los hallazgos más significativos y sorprendentes que surgieron de las encuestas posteriores a las sesiones de escucha fueron que más de dos tercios de los participantes informaron que las conversaciones habían fortalecido la confianza entre ellos y el medio de comunicación, así como con los periodistas específicos, mientras que un tercio escribió que estaba considerando suscribirse a la marca de noticias. Esto es especialmente notable, dado que las transcripciones de las sesiones de escucha parecían, en muchos casos, reflejar ira y hostilidad hacia los periodistas y las marcas de noticias tradicionales.


Este artículo fue publicado originalmente en el boletín de RQ1 y se reproduce y traduce en IJNet con permiso.

Foto de Matheus Ferrero en Unsplash.