La pandemia en las relaciones laborales

 

La situación actual debida sin duda a los efectos indirectos de la pandemia invita a seguir pensando sobre nuevos planteamientos de la actividad laboral, no sólo desde su incidencia en el cuidado del planeta, sino en su relación profunda con la esencia de lo humano, inseparable de los compromisos básicos familiares.

Vivimos tiempos de recuperación de la normalidad, de vuelta a tantas actividades suspendidas o modificadas por la pandemia. Los economistas y los dirigentes estudian la salida de la crisis, con sus derivas coyunturales o tal vez endémicas en relación con el desarrollo económico y el bienestar ciudadano. Porque da  la impresión de que la pandemia ha hecho aflorar nuevos planteamientos, tal vez adormecidos en tiempos de aceleración tecnológica. Basta pensar en el cambio de perspectiva respecto de la primacía de los trabajos de proximidad personal, quizá excesivamente minusvalorados apenas hace dos años.

Las jornadas intensivas y agotadoras en el sector de la sanidad –faltan brazos- contrastan con los excedentes en tantas tareas más o menos repetitivas, facilitadas por la eficacia y productividad de la tecnología. No se ha cumplido la profecía de Keynes en los años treinta de que, a principios del siglo XXI, la humanidad estaría al borde de una tierra prometida en la que nadie trabajaría más de quince horas a la semana. Ciertamente, no pensaba en el tercer mundo, ni en la diferencia entre lo urbano y lo rural, que tanto afecta a realidades humanas básicas. Como afirma el sociólogo James Suzman, la humanidad no parece estar preparada aún para la jubilación, y los gobiernos siguen obsesionados con el crecimiento y la creación de empleo.

Las parábolas de la robotización, en línea de la Metrópolis de Fritz Lang (1927), han chocado con la debilidad del ser humano, que necesita una atención personalizada que ninguna máquina puede ofrecer. La medicina actual cuenta con instrumentos de diagnóstico y curación impensables no hace mucho, pero que refuerzan la insoslayable presencia de los profesionales de la salud, para escuchar y atender, porque al cabo no hay enfermedades, sino enfermos. Algo semejante sucede en otras profesiones, especialmente las docentes, aunque las nuevas tecnologías aportan apoyos interesantes si se acierta a sortear los inconvenientes.

Jesús D Mez Madrid

 

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