La sobreprotección

 

Nos viene a la mente el caso de una estudiante a quien conocimos varias décadas atrás. Con la mejor intención de protegerla sus padres la llevaban en su auto todos los días hasta la puerta de la universidad y la esperaban al salir. Si tenía alguna actividad fuera del campus o iba a casa de uno de sus compañeros para un trabajo en grupo, también la llevaban y esperaban que terminara para retornarla a casa.

Hasta el día en que egresó de las aulas, la jovencita no supo nunca lo que significaba tomar una combi y hasta ignoraba qué líneas de ómnibus pasaban cerca de la universidad. Vivía en la burbuja que sus padres habían creado para protegerla, donde las decisiones las tomaban los padres. A esta jovencita le costó mucho desprenderse de esa tutela paterna exagerada. Cuando empezó a trabajar le costó mucho esfuerzo y hasta lágrimas adaptarse a una rutina de viajes cotidianos y decisiones propias que sus compañeros de clase conocían desde que empezaron a estudiar.

Este es un caso típico de sobreprotección. Con la mejor intención, creyendo que así le evitan problemas, los padres le están cortado las alas de las decisiones propias a una persona que debe aprender a usar sus propios recursos para elegir y para cuidarse por sí misma. Está bien proteger a los hijos, pero todo en exceso es negativo y en lugar de hacerle un bien le causa daño, tal como lo dice el Chavo del 8 “sin querer queriendo”. Lo que es peor, tal vez no escuche a quien quiere aconsejarle.

Está bien que los padres busquen lo mejor para sus hijos, pero es indispensable que los ayuden a madurar, a crecer por sí mismos… y esto no se consigue sobreprotegiéndolos. Más aún es posible que el hijo demore en madurar más de lo necesario o que desarrolle una personalidad inmadura y no sepa asumir sus responsabilidades. Aquí cabe mencionar a una persona que hace rato pasó la barrera de los 40, que acabó su carrera en el doble del tiempo, que se casó y tuvo dos hijos. Y aunque no lo crean su padre lo sigue manteniendo hasta el día de hoy, da gusto a todos sus caprichos tales como comprar ropa de marca, cambiar de auto. El padre realmente le está haciendo un enorme daño pues cuando emprenda el viaje eterno el “hijito de papá” no sabrá qué hacer con su vida y tal como aquel personaje de García Márquez, venderá todo lo que pueda para seguir teniendo una vida fácil y no se dará cuenta que necesita esforzarse por sí mismo para avanzar en la vida.

Si usted amigo lector tiene hijos, no los sobreproteja. Déjelos crecer. Es lo mejor para ellos y para usted mismo ¿No le parece?.

 

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