Memoria de caballero

 

En el irreal mundo de la literatura, han existido célebres amantes que hicieron fama y fortuna, relatando la dicha -o lo contrario- de sus vaivenes amorosos.

Otros , en cambio y por igual motivo, debieron enfrentar la peligrosa aventura del “campo del honor”, o el artero pistoletazo de un marido celoso del ayer y cosas parecidas, que a veces constituyen, una “reparación a la medida de lo que no hubiéramos querido figurarse en el archivo amoroso de nuestra prenda amada”.

En fin. Por avatares propios de mi profesión, yo aprendí tempranamente, “el difícil arte del olvido” y, sobre todo, la necesaria disciplina de “la loca de la casa”, que es como llamaban los poetas españoles del pasado siglo, a la lengua innecesariamente larga, que suele ocasionar, incluso, demandas legales, por ciertas desmemorias odiosas de algunas damiselas, hoy compungidas o avergonzadas de su ayer romántico.

Como ustedes, probablemente, no saben, hay en este –y los otros mundos- ciertos caballeretes, que estimulados por el trago, o lo que sea, gozan, refiriendo historias -a veces falsas- de aventuras eróticas, cuya sabrosura chismosa, depende, a menudo, de la fama -reciente o pasada- de la protagonista, que una vez lanzada la maledicencia, deberá apelar al programa de Magaly, a fin de negar lo que para todo el populorum es innegable, desde  todos los puntos del rectángulo “camatístico”, por así decirlo, para que bien se entienda.

Tengo la desventura de ser frecuentado por un viejo Tenorio, que se complace, contándome historias de romances que podrían sonrojar a Don Francisco de Quevedo, que -en su adolescente momento- alucinó nuestros anocheceres húmedos.

La más reciente de nuestras entrevistas, amenazó acabar “a capazos”, cuando cité al lenguaraz, la poética frase de Neruda, cuando en inolvidable verso dice: “Yo la quise / y a veces/ella también me quiso”. Y más adelante, un romántico de “La Belle Italia” precisó: “los verdaderos caballeros, no tienen- no tenemos- memoria para la alcoba”.- No pues. El chismosón que ya me cayó grueso, siguió con sus turbulentos-y probablemente falsos –  recuerdos del 5 y medio, hasta que yo-picón como me reconozco-, le dije: “Oye, ¿qué crees tú, que pensaría de mí, el público lector, si yo relatara el supuesto romance que viví, con una adolescente de la “High” chévere, que concurría a nuestras citas de parque, conducida por chofer de su fámily y “centineleada” por una “nana” que le hablaba en francés”.- “ Ah”- me dijo el cuentero- “seguramente dirían que eres un mentiroso”.

“Pues te voy a decir algo que me enseñó mi viejo- que era un tigre en cuestión romances- cuando yo estribaba los 14, medio “tilingo”, por las calabazas que acababa de darme mi linda enamorada de entonces. Mi inolvidable viejo, me preguntó por ella y cuando balbuceante, le respondí que me había tirado la puerta en la cara, este sabio “mataó” de ganaderías surtidas, me aconsejó sabiamente: “así no se habla de “alguien” que uno ha querido. Sólo se dice, ante cualquier curiosidad malintencionada: “hace tiempo que no la veo”- Y nada más”.

“Oiga tío. ¿Y qué fue de la percanta socialité, que usted afanaba con chofer y nana de yapa? – No lo sé. Hace tiempo que no la veo. Y eso, fue todo para el campeón, como se dice en lenguaje de las doce cuerdas, mi estimado.- A veces, recuerdo mis breves “glorias” deportivas. De las demás… “hace tiempo que no las veo”- como me enseñó mi viejo.

 

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