Nuevas movidas universitarias

 

En enero del 2014, se produjo un sismo de escala mayor en la universidad chilena. Una de ellas, la Universidad de Las Américas (UDLA), recibió del organismo más importante de la educación superior, el Consejo Nacional de Educación (CNED), la resolución que ratifica la decisión del Consejo Nacional de Acreditación, de no acreditar la calidad educativa de la UDLA. Siendo tan clara la decisión, sin embargo, la universidad seguirá cumpliendo sus funciones y tendrá que esperar dos años para que pueda gestionar ante el CNA una nueva oportunidad para ser acreditada.

Según las noticias periodísticas y la discreta como restringida información que ofrece el organismo rector de la calidad educativa de las universidades chilenas, no es la primera vez que se produce esta grave situación. Antes, desde el 2008 al 2012, la UDLA había afrontado dificultades, como que se acreditó a algunas de sus carreras no por cuatro años como señala la norma, sino solo por tres años y que a la vez, le habían negado la ansiada acreditación hasta en dos oportunidades.

La UDLA no es una institución, endeble, precaria, pequeña, ella forma parte del globalizado y poderoso grupo Laureate Internacional, tiene más de 24 mil alumnos y una infraestructura que suma 267.612 metros cuadrados construidos en todo Chile. ¿Cuáles fueron los efectos de la no acreditación institucional?

Lo primero fue la reacción de la UDLA, que mediante su máxima autoridad, hizo conocer que siendo una decisión inmerecida, la acatan y que harán todo lo necesario para reacreditarse. Todo lo acontecido es sólo una pausa en el camino de la universidad declararon. Pero también agregaron que la acreditación “no es un elemento esencial” para el funcionamiento académico de la universidad o “la validez de los títulos”.

Pero hay otros efectos, que no son solo ondas expansivas, sino auténticas réplicas de progresiva intensidad, como el hecho que en Chile, los estudiantes de la educación superior, todos pueden acceder a los CAE, que son los Créditos con Aval del Estado, un financiamiento al que no pueden acceder los estudiantes si la Universidad no está acreditada. La UDLA, solo en su primera matrícula (post negación de la acreditación), perdió 4 mil alumnos, pero ya llega a 40% menos de población estudiantil.

Si este es el escenario y la nueva normatividad con la que las universidades latinoamericanas se desenvuelven desde hace algunos años y es un proceso que tiende a la profundización no exenta de apoyos, resistencias y luchas, tiene también otros nudos que se podrían pensar que son las ataduras de siempre y no innovaciones o nuevas características auspiciosas del proceso de las universidades de hoy.

Conocidos los hechos de la historia institucional de esta universidad, en el 2014, Douglas Becker, se reunió con el embajador de Estados Unidos en Chile, Michael Hammer, este a su vez asistió a una presentación ante un gremio nacional muy poderoso como la Cámara Chileno-Norteamericana de Comercio. Douglas Becker es el jefe (CEO) de Laureate International, un conglomerado global que controla 75 universidades en 30 países. Cerca de 800 mil estudiantes son formados en sus aulas, en Chile, más de 150 mil personas están matriculadas en alguna de sus universidades. Laureate International, en todo el mundo, es el símbolo de la educación con fines de lucro, que no es pecado ni tiene algo de “malo”, pero debe actuar precisamente en un país que para calmar las iras de la población chilena, su gobierno (la reelecta presidenta Bachelet) quiere (debe) hacer reformas para consumar el “fin al lucro” en la educación, esa que dio origen a la largas y masivas protestas y movilizaciones de estudiantes.

En todas las reuniones, el tema tratado ha sido el caso de la UDLA y otras universidades del Grupo Laureate, así como de la estabilidad política, económica y las seguridades para la inversión en un clima de “normas claras”. Douglas Becker, conocido en los EE.UU. como “Doug”, nunca fue a la universidad y hoy las tiene todas (es un decir), incluyendo a la Universidad de la Américas, que fue de las primeras que adquirió en Chile su grupo. “Doug” es el gonfalonero de la educación con fines de lucro y no está solo, es socio de inversionistas cuyos nombres no hacen sino causarnos asombro: Henry Kravis, George Soros, Steve Cohen y Paul Allen y por si fuera poco, el ex presidente Bill Clinton. Su grupo Laureate International, tiene ingresos por 5 mil millones de dólares anuales y empresarialmente, su característica es el crecimiento explosivo de sus matrículas, un ejemplo es que la UDLA, en el 2005 tenía 22 mil estudiantes, cuando la absorbió Laureate se elevó a 34 mil en el 2013.

“Doug” se propone a través de su Grupo ofrecer mayor acceso a la educación superior, en esos países donde la oferta educacional no cubre la demanda, a pesar que allí donde pone el pie (es decir sus dólares), se arma la polémica. No es extraño que en algunos países ante su presencia se hayan producido movilizaciones y protestas. En el Brasil se le acusó de haber convertido la educación en una mercancía y que su presencia en realidad produce un deterioro general de la calidad educativa. En España se redujo el número de profesores de tiempo completo, en Turquía despidió a muchos profesores, en Chile en investigada por sacar el dinero obtenido sin invertir en los fines de la universidad. Pero no todo es malo, cuando Laureate invirtió en instituciones educativa en quiebra, muy pronto las transformó en grandes empresas educativas rentables.

 

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