¿Por qué hostigamos a Jefferson Farfán?

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Cuando buena parte de los chilenos decidieron “mirar para otro lado” con respecto a la seria inconducta de Arturo Vidal que chocó su Ferrari, con evidentes signos de estar bebido y le faltó el respeto a la policía mapocha, este columnista criticó su inclusión en el seleccionado de la “Estrella Solitaria” para el resto de la Copa América. Debo admitir que me equivoqué, más importante era contar con la entonces estrella de la Juventus (hoy jugador del Bayern Múnich) para lograr alzarse con el triunfo al final.

A veces conviene más no tener la crítica feroz en la punta de la lengua, conviene mordérsela, tragársela y no “destruir” al futbolista nacional antes de un encuentro trascendente. Muy probablemente ese es uno de los detalles que nos marginan de una clasificación mundialista. Está comprobado que las irresponsabilidades de los protagonistas del juego existen en todas partes, pero muchos clubes y seleccionados saben capear el temporal, blindar a sus elementos, y terminan logrando metas, sumando objetivos, y, por supuesto, los peruanos no estamos ni de cerca de estar en esa élite.

El ojo crítico de la prensa y el hincha suele ser avizor y despiadado para disparar contra todos los llamados “responsables” de la ausencia de logros deportivos de nuestro fútbol. Ahí están los integrantes de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), los entrenadores (aunque hoy todavía se vive el idilio con Ricardo Gareca), los mencionados futbolistas, los estadios, los árbitros y la FIFA. Pero el “maleteo” constante de gran cantidad de coleguitas, muchos de ellos parapetados en espacios de espectáculos como el “gracioso” de Carlos Galdós, el inefable Peluchín y la hoy estilizada Magaly Medina. Empujamos el coche del sueño mundialista, pero lo empujamos al precipicio de siempre, donde se acumulan los restos de los procesos anteriores.

Una prueba de ello es el reciente caso de Jefferson Farfán, a pesar del parte médico del comando técnico de Ricardo Gareca que registra una afección muscular causada en la Liga del Golfo Pérsico, es más “vendedor” especular con otras causas, sin asidero alguno. Relacionan al nuevo interés sentimental de la “Foquita” con su lesión. No hay pruebas, pero eso no importa, le anexamos los antecedentes de Farfán (el escándalo de El Golf y del casino panameño) y ya armamos nuestra nota. Al día siguiente vendemos todo el tiraje de ejemplares.

Por su parte, Jefferson Farfán ya trabaja con la ilusión de llegar al partido de Barranquilla, pero los coleguitas estarán cruzando los dedos para que no juegue, de ser posible que Perú pierda y así tener titulares donde poder hacer leña de los futbolistas caídos. Más venden las derrotas que los triunfos. Con esa vieja fórmula, y cero de autocrítica vamos en la ruta inversa de la gloria, nos perennizamos en el fracaso. Y en ese grupo de culpables también está la prensa antideportiva.

Hagamos patria, copiemos el ejemplo de países acostumbrados a estar en los Mundiales, si hay una inconducta clara y especifica la denunciamos, pero por lo menos no las “fabriquemos”. Quizás de esa manera lleguemos a Rusia 2018 como algo más que meros espectadores.

 

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