Todavía somos barcos de papel

 

La selección peruana en su desvarío más notorio desde que Ricardo Gareca asumiera el cargo, derrapó de la peor manera para debilitar su precaria fortaleza de equipo que no acaba por definirse entre la excelencia a la insolencia.

La pobreza táctica esta vez llegó con lluvia de desaciertos para caer ante un rival que cortó patas, orejas y rabo sin saber cómo lo hizo. Más bien favorecido con el regalo de la bicolor que hizo todo bien para ser sacudida por un enemigo aparentemente inferior.

De hecho que el peor pecado fue la actitud sobradora del equipo, tolerable y piadosa, para que en el transcurso del partido mostrara su lado ríspido y se convierta en andrajo futbolístico. Cuando quiso reaccionar fue demasiado tarde.

Con ese arroz con mango que fue la selección ante El Salvador se abre una nueva sensación sobre una terrible duda para lo que vendrá luego. Si es que no se puede corregir la falta de gol será muy probable que el vaticinio se cumpla: Perú regresará al nivel corrosivo de su reciente pasado.

O sea que hoy Ricardo Gareca está más predispuesto que nunca para treparse del palo encebado y resbalarse. Si antes logró mantenerse, difícil que transite por el mismo camino exitoso que posibilitó nuestra presencia en el Mundial de Rusia 2018.

La selección ha perdido credibilidad para caer en una bolsa de incertidumbre. Si ante El Salvador no fue capaz de superar el mediocre planteamiento del rival cuyo único mérito fue tener paciencia para Perú se haga el harakiri.

Triste desenlace de un amistoso que Perú exageró su planteamiento en la creencia que estaba en un entrenamiento para acabar de rodillas de una forma vergonzosa porque al rival, sea cual fuere, se le respeta.

Ahora viene la tarea de construir nuevamente lo poco que se avanzó y pensar que el resultado ante El Salvador ocurrió como un accidente. Una dolorosa lección que deberá ser aprendida.

No hay derecho que se haya perdido de la peor forma cuando ya creíamos que el equipo estaba en el camino correcto. Más bien nos hemos extraviado y encontrar de nuevo el curso tendrá sus dificultades.

Todo porque los seleccionados se vieron en un espejo que les devolvió una imagen defectuosa de la realidad. Se veían indestructibles. Cuando en realidad estamos distante de ser buques acorazados cuando en realidad todavía somos barquitos de papel.

Eso ocurrió y esa es la tarea del ‘Tigre’. Reconstruir un trabajo hecho que se hizo pedazos por la actitud de algunos de nuestros seleccionados que han caído en la creencia de ser ídolos intocables.

Aquí la verdad es que no tenemos jugadores de nivel mundial. Nuestra fortaleza es el equipo que cuando no está debidamente aceitado, se cae hecho trizas. Es una línea muy delgada por donde pasamos, de ser hoy capaz de ganar al más pintado y desbocarse con el más débil.

No hemos superado esa flaqueza y queda dejar en manos de Gareca superar esta actitud para que no vuelva a suceder estos resultados amargos. Se ha retrocedido de la forma más ingenua y recuperarnos costará mucho sacrificio. Algo que no entienden muchos jugadores.

 

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