Una mirada a lo que se viene para el fútbol en el 2020

 

El fútbol peruano tendrá en 2020 intenso ajetreo con participaciones de las selecciones peruanas en el Preolímpico de Colombia donde buscaremos un cupo para Tokio 2020, el inicio del duro camino de la bicolor a Qatar 2022 y la participación de los clubes peruanos en la Copa Libertadores y Copa Sudamericana.

No habrá más que cruzar los dedos para que las deudas de malos resultados se salden con una actuación en Copa Libertadores que no dejen huellas profundas de desagrado por una secuela de actuaciones de peor recordación.

Así, la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana es el desafío de sanación para nuestro fútbol de tantos altibajos y maltratos de rivales que azotan a los que están mal parados. Se espera una definición clara si el propósito de crecer forma parte de su ADN o se arrastra una convivencia de miseria con actuaciones sofocadas, precarias, dolorosas y pérfidas.

Roberto Mosquera puede caer bien o mal pero no usa su retórica cuando exige a los directivos de Binacional algunas condiciones, que no son pocas, para continuar con el ‘Poderoso del Sur’.

Pide en su pliego de reclamos que a la Copa Libertadores se tiene que ir con pertrechos de guerra y no con pistolas de agua para de ese modo evitar el fusilamiento como consecuencia de un armazón debilucho.

¿Qué más quiere Roberto Mosquera? Buenas contrataciones, refuerzos, de nivel, con hechuras de estar debidamente acreditados para desafiar el statu quo y mirar más allá del triste comportamiento de admitir resultados morales.

Otra más, el técnico exige que Binacional se comporte como una institución ambiciosa, de tener un suelo parejo donde sentar las bases de un edificio fortalecido que soporte el peso de una institución de crecimiento constante.

Roberto Mosquera no ha hecho otra cosa que rebelarse ante la informalidad de los clubes que actúan de espaldas a la realidad, se conforman con un sentido anormal de la estructura de equipo barrial.

La actuación de la bicolor con Ricardo Gareca es otra exigencia, de continuidad a la clasificación de Rusia 2018, con Qatar 2022 puesta en agenda. En este año que llega será el inicio del camino, pero con resultados que enseñen la ruta por dónde ir en esa búsqueda de puntos en una eliminatoria con competidores con alma de tala para desforestación del bosque que no deja ver la meta final.

Es apenas el inicio de un camino que dependerá mucho de sus resultados para tener una idea de que es posible aquello de que en la repetición está el gusto.

Y en cuento a la Sub 23, todavía no se tiene una idea del poderío del once que dirige Nolberto Solano, la clasificación a Tokio 2020 es una caja de resonancia para escuchar las voces de una satisfactoria actuación en el Preolímpico a jugarse en Colombia. La paz del fútbol sea con los sufridos hinchas.

 

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