Vandalismo y represión ¿Hasta cuándo?

 

Quienes tienen en sus manos el destino político del país se encuentran viviendo días muy difíciles al no encontrar la solución que, en términos verdaderamente democráticos, permitan recuperar la gobernabilidad que espera la inmensa mayoría de ciudadanos. Ni quienes están en el Poder Ejecutivo ni aquellos que ocupan el Poder Legislativo, muestran talento o habilidad política para salir de la actual crisis, en donde el vandalismo, la errada acción represiva, el azuzamiento directo e indirecto de quienes jalan la soga para uno u otro lado, están haciendo de las suyas. Eso se llama, simple y llanamente, incompetencia.
Ellos no pueden negar que desde diferentes direcciones les han llegado los consejos más atinados y que se circunscriben a la necesidad de un diálogo social, en donde quienes intervengan en el mismo, sirvan de bisagra comunicacional. Esto ante la pérdida de credibilidad de quienes deberían asumir ese rol. Este paso no es tan simple. Primero, porque habría que saber qué organizaciones de la civilidad, están legitimadas para salvar al país de la anarquía en que se encuentra. Esto tiene que ver con la trayectoria de quienes han demostrado que son respetuosas de la dignidad de la persona humana. Segundo, porque es menester que la auto convocatoria, surja en forma espontánea, sin más exigencia que la de ostentar voluntad libre de prejuicios, actitud transparente y auténtica identidad democrática. ¿Esto es imposible? Pienso que no. En algún lugar del territorio nacional, deben estar estos ciudadanos, a quienes la patria, en uno de sus peores momentos, hoy les reclama su presencia, cuando el mal tiempo da la impresión que seguirá agravándose, con todo lo que eso significa para la convivencia entre peruanos. Enrumbar al Perú por otros caminos, totalmente diferentes a los transitados, es una tarea de gigantes. Esto en alusión a quienes, por la grandeza de su espíritu, saben mirar a quienes necesitan que los vean y oír a quienes demandan que se los escuche.
Tampoco se puede negar que la amenaza de la “toma de Lima” es un hecho real. Los disturbios en las calles céntricas de la capital de la república, son diarios, dejando una secuela de civiles y uniformados heridos, además de daños a la propiedad privado y pública. En este inicio de la semana no se reportan muertes. Pero esto no debe motivo de satisfacción para nadie. Ahora más que nunca, los ocupantes de Palacio de Gobierno y del Palacio Legislativo, tienen que reconocer que salir de la ingobernabilidad es tarea muy grande para que pueda ser asumida por ellos. El vandalismo y la represión que, repetidas veces se salen del marco del respeto a los derechos fundamentales de la persona, tienen que acabar ya. Es lo que pienso, es lo que  creo.

 

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