“Pitín” Zegarra: ídolo blanquiazul

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En un tiempo donde el fútbol se jugaba con el corazón en la boca y la técnica en los pies, un nombre brillaba con luz propia en la cancha de Matute: Víctor «Pitín» Zegarra. Considerado uno de los ídolos más grandes de la historia de Alianza Lima, su figura siempre ha estado ligada a la picardía, el talento y una conexión inquebrantable con la hinchada blanquiazul.

Pero más allá de los títulos y las jugadas memorables, el verdadero tesoro de «Pitín» reside en sus anécdotas, en esas historias que solo el paso del tiempo y la confianza de una conversación íntima pueden sacar a la luz. Son relatos sabrosos, cargados de nostalgia, que nos devuelven a un fútbol más puro, un fútbol de barrio.

Su llegada al equipo de La Victoria parece sacada de una película. Tenía apenas 12 años cuando el recordado Rafael Castillo padre lo vio jugar en un equipo de Barranco y, sin dudarlo, lo llevó a las juveniles de Alianza en 1952. Unos años después, debutó en el primer equipo con solo 16, sin contrato, y aprendiendo de gigantes como Valeriano López y Guillermo Delgado, según revela en una entrevista al canal de Juan Carlos Esteves Alfaro en You Tube.

«Pitín» creció en Matute rodeado por ídolos, pero fue con Pedro «Perico» León con quien formó una de las duplas más letales del fútbol peruano. No solo eran compañeros en la cancha, sino también amigos inseparables fuera de ella. Zegarra recuerda con admiración la habilidad única de «Perico» para controlar el balón, una destreza que pocos han podido igualar.

Curiosamente, su apodo no lo eligió él. Víctor cuenta que un conocido periodista deportivo, Luis Alva, consideró que su sobrenombre de infancia, «Vitín» (derivado de Víctor), no encajaba con el de su compadre. Para que ambos rimaran, Alva lo rebautizó como «Pitín», un cambio que se quedaría para siempre en la memoria colectiva.

Pero más allá de su capacidad para el pase y la asistencia, «Pitín» era un espectáculo por sí mismo. En el campo, su estilo era calificado de «eléctrico» y tenía una agilidad asombrosa para eludir a los rivales. Zegarra cuenta con una sonrisa pícara que tenía una habilidad especial para saltar por encima de los defensas. «Me tiraba los ‘chimbos’ por encima y siempre me hacían ‘foul'», recuerda.

En ese mismo universo de talento, «Pitín» desmiente un mito que ha perdurado en el tiempo: la supuesta rivalidad que surgió con la llegada de Teófilo Cubillas al equipo. Lejos de sentir su protagonismo amenazado, Zegarra aclara que «el Nene» llegó para hacer más fuerte a la delantera, formando un trío imparable junto a él y Perico León.

Las anécdotas que revela Víctor Zegarra son un viaje a un fútbol que ya no existe. El ídolo blanquiazul también habla de la frustración de ver cómo Alianza Lima, a pesar de tener un gran plantel en los sesenta, no lograba más títulos, una situación que atribuye a la constante inestabilidad y a los cambios de entrenador.

Pero quizás la confesión más reveladora tiene que ver con la selección nacional. Con la voz entrecortada, recuerda el malentendido con el preparador físico que lo dejó fuera del Mundial de 1970. Sumado a una experiencia similar en 1965 donde una foto malinterpretada por la prensa lo excluyó del equipo, demuestra el lado más humano del futbolista.

Pilancho: la voz detrás de la gloria dorada

Entre los momentos más gloriosos de su carrera, «Pitín» destaca un partido en particular: la victoria de Alianza Lima por 1-0 sobre Boca Juniors en 1966. Él fue el autor de ese histórico gol en La Bombonera, una hazaña que puso fin a la larga racha de invictos de los xeneizes en su propio estadio y que, aún hoy, se recuerda con emoción.

Su decisión de dejar el fútbol también tiene un matiz humano. Confiesa que, en el ocaso de su carrera, al ver a un compañero de equipo siendo abucheado por la afición, sintió un profundo dolor y decidió que era el momento de retirarse, optando por no prolongar su estancia en el campo más de lo necesario.

Las palabras de «Pitín» Zegarra nos recuerdan que detrás de cada camiseta, de cada jugada y de cada grito de gol, hay una persona con sueños, con historias que contar y con cicatrices que sanar, un ídolo eterno que vive por sus anécdotas.

 

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