Hoy en día interactuamos con la Inteligencia Artificial para todo, desde redactar correos hasta planear viajes, asumiendo que la tecnología siempre estuvo lista para respondernos. Sin embargo, el origen de este diálogo entre humanos y máquinas es mucho más antiguo y fascinante de lo que creemos, remontándose a una época donde las computadoras ocupaban habitaciones enteras y no existían los comandos de voz.
La respuesta a cuál fue la «primera pregunta» no es única, pues depende de si buscamos un dato técnico o el inicio de la conversación fluida. Históricamente, no empezamos preguntando por el clima o el tráfico, sino planteando dilemas lógicos complejos y, sorprendentemente, desahogando nuestros problemas personales con un programa que apenas entendía el lenguaje.
🤖 El primer «psicólogo» digital y su pregunta
Si hablamos de la primera charla real, debemos viajar a 1966 con ELIZA, un programa creado en el MIT que simulaba ser una terapeuta. Curiosamente, la interacción más famosa no inició con una pregunta humana, sino con una afirmación de una usuaria que dijo: «Los hombres son todos iguales». La IA, programada para reflejar el diálogo, respondió con la primera pregunta célebre de una máquina: «¿EN QUÉ SENTIDO?».
Este momento marcó un hito en la historia de la tecnología, no por la complejidad del código, sino por el efecto emocional. La capacidad de ELIZA para devolver preguntas hizo que las personas se sintieran escuchadas por primera vez por un algoritmo, creando la ilusión de empatía y abriendo la puerta a los asistentes virtuales modernos como Siri o ChatGPT.
🧠 Entre teoremas lógicos y la ciencia ficción
Antes de conversar, la IA tuvo que aprender a pensar. En 1956, el programa «Logic Theorist» enfrentó su primer gran reto, que no fue una duda casual, sino una exigencia académica: se le pidió demostrar teoremas matemáticos complejos del libro Principia Mathematica. La máquina no solo respondió correctamente, sino que encontró soluciones más elegantes que las diseñadas por los humanos, demostrando que podía existir «inteligencia» no biológica.
Finalmente, la cultura pop también moldeó nuestra curiosidad. En el famoso relato de Isaac Asimov, La última pregunta (1956), la humanidad le plantea a una supercomputadora el enigma definitivo: «¿Cómo se puede revertir la entropía del universo?». Aunque en la ficción la respuesta tardó billones de años en llegar, en la realidad nos recuerda que siempre hemos buscado en la IA un oráculo capaz de resolver lo que nosotros no podemos.
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